La fotografía de El Gatopardo Tercera colaboración de dos de los cineastas más importantes de la historia del cine italiano en sus respectivos oficios; el director Luchino Visconti y el director de fotografía Giuseppe Rotunno [AIC, ASC], en una colosal adaptación de la novela de Giuseppe Tomasi Di Lampedusa acerca de un aristócrata siciliano que se refugia en su familia durante la guerra civil de 1860, mientras ve como los cambios políticos desmoronan su mundo y su condición. Culpable en gran parte del prestigio internacional de Visconti, El Gatopardo es uno de esos films cuya colosal y suntuosa puesta en escena los hace irrepetibles, desde el maravilloso diseño de producción de Mario Garbuglia y la grandiosidad de sus localizaciones sicilianas, hasta el vestuario y los centenares de extras que aparecen en pantalla. Es además el film que hace que se asocie a su director con un cine elegante y de una gran belleza formal, no sólo por lo que aparece en pantalla sino por cómo es retratado; generalmente la cámara permanece estática y utiliza un par de ángulos –como mucho- por escena y siempre grandes angulares, un aproximamiento genuinamente clásico que únicamente se varía durante la escena de la lucha de los partidarios de Garibaldi contra los del Rey y durante las secuencias de grandes bailes y reuniones, en las que la cámara realiza complicados y recargados movimientos que muestran la opulencia de la clase aristocrática. Pero quizá resulte más llamativo el estilo de Rotunno a la hora de iluminar los interiores, al utilizar principalmente luz rebotada (que evita las fuertes luces direccionales sobre los actores habituales en la época) unida, ocasionalmente pero con un enorme acierto, a arcos de carbón que simulan la entrada de luz día por los grandes ventanales de las estancias, creando un aspecto que no sólo resulta moderno y elegante sino que tiene un aspecto magnífico. Los interiores noche resultan más planos –al carecer de la posibilidad de crear contraste mediante las ventanas- y confían más en grandes cantidades de luz direccional, pero Rotunno se resarce nuevamente en los exteriores, que logran captar maravillosamente la luz siciliana y sus tonos amarillos-terrosos (adelantándose diez años al Gordon Willis de las dos primeras entregas de El Padrino) consiguiendo huir del aspecto recargado de los arcos voltaicos para rellenar las sombras. Se trata en definitiva de un trabajo magnífico, que muestra una pericia superlativa en la puesta en escena y que únicamente se ve ligeramente perjudicado por las limitaciones técnicas de la época. Formato usado: Technirama. por Nacho Aguilar. © zonadvd, 2005 |