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Noche y Día

Refrescante mezcla de parodias
La cinta de James Mangold adopta su condición de escapista ‘blockbuster’ veraniego para ofrecer una cinta de entretenimiento que no se ruboriza de su condición de idiotez intrascendente, riéndose de sí misma en todo momento

De entrada, las cartas se muestran desde su génesis. Este filme no aspira a transformar un género, ni a sorprender con algún truco imprevisto, ni siquiera a ofrecer algo original. Tampoco a jugar genéricamente con sus bazas. ‘Noche y día’ está instituida espiritualmente como una película de verano, una chorrada estival divertida y fácil con aspiraciones comerciales que, hoy en día, se da en llamar ‘blockbuster’, término rapiñado de antiguas funciones teatrales que señala directamente a aquellas películas creadas con intenciones de superéxito taquillero. Y es lo que hay. Ni más ni menos. Sin pretensiones ni dobles juegos, el filme de James Mangold pertenece a esta categoría en toda regla, sin avergonzarse de su condición de cinta de efímera estela ni exigencias de ningún tipo.

Su intrascendencia es su mejor arma, puesto que dota a este refrescante entretenimiento de una libertad descomedida e insolente. Presentada intencionalmente como un híbrido de clásicos como ‘Charada’, de Stanley Donen o ‘Con la muerte en los talones’, de Hitchcok y alguna más o menos recientes como ‘Tras el corazón verde’, de Robert Zemeckis o ‘Sr. & Sra. Smith’, ‘Noche y día’, de Doug Liman se plantea como una comedia romántica pasada por el filtro de la adrenalina de un ‘thriller’ y, sobre todo, de película de acción, de sobredimensionado ‘thriller’ de espías conspiratorios que aspira al entretenimiento sin concesiones a otras lecturas.

Marcada por un ‘McGuffin’ simbolizado en una potente pila de energía inagotable que es codiciada por mafias latinas y espías mercenarios, la trama se adentra en un agente secreto que posee el pretendido tesoro y en cuyo camino se cruza una joven que desea acudir a la boda de su hermana, viéndose envuelta en una trama de espionaje donde compartirá persecuciones y peligro junto a este misterioso agente. Tom Cruise regresa dando vida a Roy Miller, ese tipo de personaje que define su condición de estrella sin complejos, de ‘action hero’ multitudinario, tan seguro de sí mismo y sin miedo al ridículo, a la mueca o al histrionismo. Cameron Diaz tiene en June Havens un rol fácil, que juega a una fútil evolución de chica normal involucrada en una aventura peligrosa que despierta su lado canalla y vividor.

Es una lástima que la química entre ambos sea infructuosa, aunque tampoco incomode mucho, ya que la pulsión sexual no es lo importante en el tránsito aventurero. En ‘Noche y día’ se busca más el designio escapista forjado en los términos y condicionantes de la ‘screwball-comedy’ y de la acción inverosímil de la violencia disparatada. La coyuntura de ambos personajes transita marcada por una vertiente previsible, donde nada entorpece el signo natural de su desarrollo, sabiendo que aquí no importa la incongruencia, porque se valora el entretenimiento y el ritmo sobre cualquier condicionamiento narrativo o argumental.

Por eso, la imprecisa profundidad de sus personajes, primero en los trazos universales que definen a Roy, un superespía que hará todo lo posible por salvaguardar la vida de sus protegidos más allá de justificar su verdad y, segundo, la caracterización de June, esa chica soñadora, amante de la mecánica y la adrenalina que ve cumplida sus fantasías, es un obstáculo para seguir con una fiesta cinematográfica de barra libre. Lo más destacable de la película, sin duda alguna, es ese Roy Miller otorgado por un brillante Tom Cruise, una perfecta conjunción hilarante de todos los héroes que ha protagonizado a lo largo de su carrera.

En algunos medios internacionales y patrios se ha apuntado a un declive en la carrera de la estrella. Sin embargo, si uno compara sus últimos filmes (con interpretaciones siempre notables); desde ese giro de la gravedad y prudencia en papeles como los de ‘Valkiria’ o ‘Leones por corderos’ hacia la vena más autoparódica de ‘Thropic Thunder’ y ‘Noche y día’ se extrae una perspicacia y acierto en su actitud mucho más cabal que aquellos apocalípticos que dan por acabada su fortuna dentro del firmamento hollywoodiense. Tom Cruise sigue siendo, como apunta su personaje Roy Miller, “muy bueno en lo que hace”. Siempre sabiéndose rodear de gente que apoye sus locuras con evidente talento, como es el caso de la citada Diaz o secundarios de lujo con el renombre de Peter Sarsgaard, Paul Dano o Viola Davis.

‘Noche y día’ funciona por sus sucesivas piezas de tiroteos y persecuciones en busca del “más difícil todavía”, sin ruborizarse de su condición de idiotez intrascendente, riéndose de sí misma en todo momento, sin tomarse en serio ni los protocolos dramáticos ni los giros imprevistos de guión, con sus constantes movimientos geográficos en un parque de atracciones ecuménico, utilizando sus antojadizos cambios de velocidad que esperan un nuevo golpe de efecto para provocar otra asechanza imposible que tienen como colofón esas divertidas elipsis que suprimen el visionado de inverosímiles y ostentosas escapatorias como evidente uso de voluntad paródica.

La cinta de Mangold responde a la conjunción olvidadiza de estereotipos, convenciones y de lugares comunes, pero, sobre todo, a un guión de tiralíneas sin complicaciones que evita caer en el descrédito por el morro (otros dirán que desfachatez) de sus intenciones. Tal vez lo menos destacado sea la dirección de un versátil cineasta como James Mangold, al que le falta cierto toque de sofisticación para tanta traca, ya que no está a la altura de las proposiciones de embelesamiento que propone una función de espectáculo enfático y altisonante que, si bien está perfectamente ensamblada por el ‘score’ de John Powell, no alcanza sus ambicionadas cotas de hipnotismo y espectacularidad.

No exenta de errores y lacras o alguna incoherencia que va más allá de esa polémica secuencia ubicada en nuestro país que desmitifica el folklore y la tradición arcaica fusionando, de un golpe, los Sanfermines y la Feria y Semana Santa de Sevilla en un solo cartucho, ‘Noche y día’ se perfila con ingeniosa superficialidad, que aboga por la celeridad impertinente antes que por inanición de cualquier explicación que entorpezca la función. Por cierto, que este incompatibilidad de absurda dimensión nacional hace reflexionar sobre si los responsables de la fiesta Navarra se negaron a ofrecer los escenarios reales, haciendo que los encargados buscaron otro sitio más barato y agradecido a propasarse con las sacras costumbres vernáculas. O eso, o es que los yanquis son así porque sí. Más allá de ilógicas protestas, con sus abusos y excesos, su ampulosa acción marcada por la ‘macarrada’ sin complejos y por la efervescencia de un conjunto que no se sostendría sin sus consecutivas ‘set-pices’ de acción barroca ‘Noche y día’ es un entretenimiento tan banal como necesario en esta sequía veraniega de títulos de este calibre.

Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2010



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