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Entre la serie B y la crítica
La nueva película de Rodriguez supone un cóctel de referencias infraculturales que pasan de la excentricidad paródica y excesiva a una crítica antisistema a la polémica Ley SB 1070 de Arizona
‘Machete’ nació de una broma en plan ‘fake-trailer’ del duplo ‘Grindhouse’, en la que el director mexicano Robert Rodriguez dirigió ‘Planet Terror’ y su socio y amigo Quentin Tarantino ‘Death Proof’. Del germen de aquel experimento insurrecto a las modas como ofrenda a las ‘70’s splattery movies’ se plantea la historia de un antihéroe desgarbado, mostrenco y feo, que simboliza al más genuino ‘badass’ de los federales fronterizos, ahora retirado, que busca venganza por ser traicionado por sus propios hombres a instancias de un capo de la droga llamado Torrez que asesina a su mujer y contra un senador de Texas que dispara a los inmigrantes ilegales como si de un deporte se tratase. ‘Machete’ está co-dirigida por Rodríguez y su editor de toda la vida, Ethan Maniquis en otro testimonio como declaración de amor a la serie B, que vive por y para la incorrección del hálito implícito ‘tex-mex’ que caracterizan las gamberreadas de desproporción e invectiva cinematográfica del director de ‘El mariachi’.
Rodriguez nunca se toma en serio así mismo. Y en esta ocasión tampoco iba a ser una excepción. Quien no sepa que esto es un descerebrado desvarío, con mafias, traficantes, senadores corruptos y “espaldas mojadas” armados hasta los dientes esperando entrar en guerra se equivoca de película. También de crítica para leer. Estamos pues ante un cóctel de referencias infraculturales que van desde los subgéneros a los que ofrenda, como el ‘grindhouse’ de serie Z, las ‘trash movies’ o las chorradas de acción y erotismo ‘light’ que conducen hacia el caos del desenfreno, donde la hilaridad y la violencia gratuita encuentran su condición de entretenimiento sin contemplaciones ni vericuetos subversivos.
‘Machete’ es una ‘mexploitation’ de acción urbana, con cierto sabor a tequila añejo peleón, de pura esencia mexicana donde no falta el ‘spanglish’ azteca, los tacos picantes y los burritos, la “migra”, malvados con máscaras de lucha libre o coches ‘low rider’ de sistema hidráulico ‘pumper’ que identifica esa pasión tan chicana como estrambótica de hacer saltar los automóviles en símbolo de fuerza y agresividad. Un híbrido de cine de explotación y de cómic ultraviolento con el que Rodriguez sigue escarbando en la estrafalaria comicidad de la violencia transgresora, lanzada al público como un entretenimiento apostado en la truculencia y macabro sarcasmo, que sabe sacar partido al humor irreal de la hemoglobina para llega hasta límites grotescos de carnicería con triples decapitaciones o esa esperpéntica fuga del hospital gracias a rebanar a un enemigo el estómago, extraerle el intestino y utilizarlo como maroma para saltar por una ventana y aterrizar en el piso de abajo. Materia que suscita la gruesa comicidad del ‘cartoon’ más salvaje conjugada con una retribuida caspa fílmica imposible de evitar en este tipo de productos. Una película que alterará a los que viven en la hipocresía de la corrección y el buen decoro y a los que les moleste un sacerdote violento y armado en su iglesia que es crucificado, cómo asistir al disparo a bocajarro de una inmigrante embarazada como si fuera una presa de caza o a una mujer desnuda extraer su móvil directamente de la vagina para hablar con su jefe. Todo es sintomático de la juerga intrínseca, como el hecho de comprobar cómo las más bellas mujeres caen rendidas ante un hombretón salvaje y rudo como Machete, que no hacen sino confirmar la subsistencia de una jocosidad que penetra en el núcleo de un filme nacido para la provocación y el despiporre, para la glorificación de la testosterona más inmunda y disoluta.
En la crítica americana se ha llegado a definir como “una basura con sentimiento de indignación ante ciertos problemas que abundan en la frontera de Estados Unidos y México”. Y es que ‘Machete’, además de un combinado salvaje de comedia desvergonzada y acción, es también una crítica antisistema que no entra en la catalogación hollywoodiense al uso, convertida en alegato a la inmigración en Estados Unidos, bien sea legal o ilegal. Puede parecer otra argucia hiperbólica, pero ese oportunista senador texano McLaughlin (Robert De Niro) que hace de la inmigración ilegal un instrumento para conseguir votos con la promesa de levantar una valla electrificada para acabar con los “pollos” no está muy lejos de la gobernadora Jan Brewer. O su mano armada, Von Jackson (Don Johnson), bien podría ser el espejo del sheriff del condado Maricopa, Joe Arpaio, conocido por su postura antiinmigración. De forma implícita, ‘Machete’ es también una patada en los huevos en forma de crítica a la polémica SB 1070 de Arizona, por la que cual se subraya como delito estatal ser inmigrante indocumentado, dando vía libre a la autoridad para ejercer con mano dura medidas ante cualquier sospechoso. McLaughlin vendría a compartir linaje, de forma caricaturesca, con conocidos mandatarios como Lyndon B. Johnson, Rush Limbaugh o George W. Bush.
‘Machete’ es excesiva y capaz de perderse en el acopio de violencia como volver de ella con una carcajada en forma de salpicón o sensual movimiento curvilíneo. Sin embargo, hay algo en esta barrabasada que puede desconcertar al espectador más avezado, pudiendo percibir erróneamente cierto descuido, con la impresión de que la cinta resulta no llega a las cotas gratificantes de ‘Planet Terror’, principalmente debido a que parece que el ‘status’ de calidad va en descenso en cuanto a calidad técnica si se le compara con aquélla. Algo de razón hay en ello. Basta con analizar esa pelea final que debería suponer el cenit explosivo y excesivo de la cinta y únicamente se queda en una especie de pelea de patio de colegio un tanto anodina y vacía de espectáculo ¿Homenaje fidedigna a la Serie Z? No tan posible como se puede creer. Algo que desluce un poco el conjunto final de la broma. Sin embargo, no hay que olvidar que ‘Machete’ sigue la voluntad asumida de ‘crappy old movie’, en toda su esencia, por lo que atesora toda la honestidad con la que esta demencial película podía llegar a hacerse y que podría venir producida por el mismísimo K. Gordon Murray.
Lo mejor, sin duda alguna, es un Danny Trejo dándolo todo. Después de ciento cuarenta películas como figurante o secundario, el actor mexicano tiene su oportunidad de oro para ser el protagonista total de la función. Su fuerza es innegable; rezuma autenticidad, implacable y cruel con ese granítico rostro que mezcla arrogancia, gravedad y humor lacónico. Rodriguez sabe sacar partido a su fisonomía para reflexionar acerca de la soledad del héroe en un facsímil casi lírico del vengador de buen corazón que deja escapar incluso a aquéllos esbirros que renuncian en el último momento a enfrentarse contra él. La fría estoicidad de aquel que es invulnerable queda patente con esa frase que quedará para los anales del cine: “Machete don’t text (Manchete no manda mensajes)”. En un divertimento de este calado, todos parecen disfrutar del enardecido rol que les ha tocado. Tal vez sean Steven Seagal y Robert De Niro los que más gratifican su interpretación. El primero, con su oratoria entorpecida a lo “español” y su enfrentamiento final chulesco y cómico con una ‘katana’ con la que se hace un harakiri o De Niro, vestido de chicano inmigrante sacar a punta de pistola a un conductor de un taxi que rememora a aquel ataúd de metal de Travis Bickle para morir electrificado en su propio estatuto. Por lo demás, Michelle Rodríguez como Luz/Shé, propietaria de una caravana de tacos bien que esconde a una líder de la resistencia revolucionaria que acumula armas en un garaje para suministrarlas a su movimiento para luchar contra los vigilantes fronterizos sale mucho más favorecida, sexy y potente que Jessica Alba dando vida a Sartana, una agente del INS en busca de La Red, centro de una organización secreta de inmigrantes ilegales. Jeff Fahey, como ayudante del senador mal, Cheech Marin como el hermano sacerdote de Machete, Don Johnson como el líder de una milicia de vigilantes fronterizos. Tampoco faltan algunos de los rostros habituales en el cine de Rodriguez como Tom Savini, Daryl Sabara, Felix Sabates o las Crazy Babysitter Twins (Elise y Electra Avellan). En cuanto a Lindsay Lohan, es una pena que su papel sea totalmente inoperante, a pesar de autoparodiarse interpretando a las hija cachonda de Booth adicta a las drogas y el alcohol que acaba vistiendo hábito de monja blandiendo cuchillos y disparando pistolas.
‘Machete’ es película superficial y consciente de su intranscendencia, que no va más allá de la excentricidad paródica y sucia, donde la mugre y la diversión se dan la mano y que se ríe de su condición de subproducto anunciando un hipotético regreso con el cierre de una trilogía con dos títulos que llevarían sendos títulos de ‘Machete Kills’ y ‘Machete Kills Again’ ¿Una broma o un desafío probable? De Rodriguez, lo seguro es apostar por lo segundo.
Miguel Á. Refoyo "Refo" © 2010