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Especial 25º Aniversario de Regreso al Futuro

La grandeza de una Trilogía convertida en sentimiento colectivo
"Deben ustedes seguirme con atención. Tendré que discutir una o dos ideas que están casi universalmente admitidas. Por ejemplo, la geometría que les han enseñado en el colegio está basada sobre un concepto erróneo".

H.G. Welles (‘La máquina del tiempo’).

Hoy día 2 de diciembre de 2010 se cumplen, exactamente, veinticinco años del estreno en España de Regreso al Futuro. Nadie diría que ya hayan pasado cinco lustros desde que Marty McFly se subiera por primera vez a aquel DeLorean y pusiera patas arriba nuestras vidas y nuestros sueños. Aquélla fantasía incentivó la ilusión de toda una generación inmersa en el que puede denominarse como génesis del cine moderno, cuando corrían lucrativos tiempos en los que George Lucas y Steven Spielberg destruyeron y voltearon la concepción mercantilista del cine. Hablamos de unos años en los que cada experiencia cinematográfica era una aventura destinada a una generación muy especial que asistió a una transformación de aplastante ruptura con todos los aspectos vistos antes en el cine, no sólo en un entorno cultural y estético, sino como aportación de un mito de carácter universal de las propuestas fílmicas que llegaban a la cartelera.

Una de esas piezas con las que concebir todo esto fue ‘Regreso al futuro’, esa película que muchos de nosotros mitificamos de tal manera que la llevamos en el corazón de una manera tan personal que forma parte de nosotros, de nuestros recuerdos más privativos. Estos veinticinco años suponen un aniversario melancólico y evocador, que resucita una pasión común, una nostalgia que prevalece latente cuando oímos de forma fortuita el título de esta saga, cuando recordamos la maravillosa experiencia que era el cine hace tantas décadas. Aquél viaje de equívocos temporales y sus consecuencias, de identificación afectiva hacia un estado de ánimo más que hacia un simple filme, condensan un recuerdo imperecedero en la memoria colectiva que sigue perpetuando la idea que supone una trascendencia que va más allá del Séptimo Arte. La película de Robert Zemeckis es un sentimiento común e intocable en el que refugiarse como en los grandes clásicos, haciendo de ella un punto de no retorno hacia la infancia, a la magia de unos días hoy olvidados que avivan aquella llama de fascinación casi extinguida, transmutada en la actualidad en mitomanía.

Amblin Entertainment, la productora de Steven Spielberg, auxiliado entonces por Frank Marshall y Kathleen Kennedy, era la fábrica de sueños infantiles que se erigió con el secreto y la receta de un prototipo de cine capacitado para vincular afinidades e inquietudes a través de la infalibilidad de sus aventuras, fantasía y diversión. Los 80 daban sus primeros coletazos y el cine apadrinado por el “Rey Midas” era sinónimo de calidad, de cine familiar con efectos especiales donde se exigía una tarifa de comedia e imaginación que no traicionaba las expectativas. Por aquel entonces, se vivía bajo el signo conservador de la Era Regan y en este tipo de historias se reflejaba, con carácter transversal, un modo de vida que exhibía un bucólico catálogo de perfiles sumergidos en la clase media norteamericana de aquellos nostálgicos años; por eso, el fondo social de cintas como ‘E.T.’ El extra-terrestre’, ‘Gremlins’, ‘Los Goonies’, ‘Poltergeist’…tenía tantas semejanzas entre sí, concebidas desde una atmósfera familiar idílica de las afueras suburbiales, dotada de poética entrañable que definía genéricamente la interrelación del elemento fantástico con lo cotidiano. Por tanto, la parcela en la que se movían los personajes era reconocible y cercana, asumiendo la realidad ante una explosión de delirio y magia, de terror, ficción o drama.

Durante unos años surgieron cineastas apadrinados por Spielberg capaces de trasladar todas esas sensaciones a la gran pantalla. El sello pasó a ser un productivo artilugio hollywoodiense perfecto para la narración de cuentos y fábulas. De paso, cómo no, la que abultó sus arcas con un tipo de cine infalible para la taquilla. Algunos directores como Tobe Hooper, Joe Dante, John Landis, George Miller, Kevin Reynolds, Barry Levinson, Richard Benjamin, William Dear o Matthew Robbins se unieron a Spielberg en algunas de sus productivas aventuras. Sin embargo, el pupilo más aventajado, el que se formó a la sombra del genio y el que mejor supo captar la magia de aquellas producciones fue, sin duda, Robert Zemeckis. Éste había coincido en la universidad de South California con gente como George Lucas y John Milius, pero sería con el guionista Bob Gale con el que comenzara a preparar su camino con cortos como ‘The Lift’ o ‘A field of honor’. Sería precisamente el director de ‘Indiana Jones’ el que produciría sus primeros dos largometrajes: ‘Locos por ellos’, reflejo nostálgico en clave de comedia sobre la primera visita a los Estados Unidos de los Beatles y ‘Frenos rotos, coches locos’, una comedia satírica que giraba en torno a dos hermanos enfrentados en el mercado de compraventa de coches de segunda mano, ambas con guión de Gale, que había escrito para Spielberg ‘1941’. Las tres fueron un fracaso en taquilla con éxito relativo de crítica. El tercer vértice de la aventura espacio-temporal fue el productor Neil Canton que también trabajó como ayudante de dirección de Peter Bogdanovich en tres ocasiones (‘¿Qué me pasa Doctor?’, ‘Luna de papel’ y ‘Nickelodeon’). Canton apuntaba a un clasicismo que supo reconocer Orson Welles, al que puso a su lado para intentar sacar adelante la inédita ‘Al otro lado del viento’ o colaborar con Walter Hill en ‘The warriors’. Antes de ponerse con ‘Regreso al futuro’, Canton produjo el clásico de culto ‘Las aventuras de Bukaroo Banzai’. La terna que daría como consecuencia ‘Regreso al futuro’ ya tenía asociación. Sólo faltaba un adalid que financiara la experiencia más apasionante de sus vidas y, a la postre, la de todo espectador que sigue hechizado con la emoción que aún hoy destila el producto.

El germen nace en la imaginación de Bob Gale. Según cuenta, una vez que fue a visitar a sus padres a St. Louis, Missouri y rebuscando en un sótano encontró el anuario escolar de su padre. Se vio imaginando qué sucedería en un hipotético viaje en el tiempo hasta aquella época y hubiera conocido a sus progenitores, preguntándose si habrían compartido aficiones comunes o amistad. Ése es el arranque de todo. El guión lo escribió junto a Zemeckis, conscientes de que tenían entre manos una de las películas más apasionantes que hubieran soñado. Gale afirma cómo el guión fue rechazado en algunas de las grandes ‘majors’ del momento. Los estudios veían demasiado familiar el argumento y en aquel entonces lo que buscaban era algo más parecido a ‘Porky’s’ ¿Por qué no llevarlo a Disney? Se preguntaron. Y así lo hicieron. Pero el recatado estudio del tío Walt no veía con muy buenos ojos que, en un determinado momento, una madre acosara sexualmente a su propio hijo en un coche. El último recurso era Steven Spielberg. El obstáculo: las dos películas anteriores producidas para Zemeckis fueron un descalabro. Así que, antes de llevar a cabo un movimiento en falso con ‘Regreso al futuro’, Zemeckis se puso a prueba en otra gran producción de encargo con ‘Tras el corazón verde’, con Michael Douglas y Kathleen Turner. Entonces sí acertaron en taquilla con un éxito tan apreciable que las puertas de un moderno coche convertido en máquina del tiempo estaban abiertas para abordar su siguiente aventura.

‘Regreso al futuro’ planteaba, sobre el papel, mucho más que un simple trayecto temporal. Zemeckis y Gale desplegaban la posibilidad de abrir nuevos cuestionamientos a todas esas preguntas que se lleva haciendo el ser humano durante su existencia; de dónde venimos, adónde vamos, qué sucederá y las posibilidades y peligros que entrañan estos interrogantes con los riesgos que se darían sobre el destino unos desafortunados cambios. En ‘Regreso al futuro’ se dan rastros complementarios entre los contenidos presentados bajo unos enunciados, múltiples en lecturas, que adoptan posturas buscadas y encontradas. Con el impulso de autores literarios como Robert Silverberg o Robert Heinlein el desafío radicaba en sublevarse ante los arquetipos del género, acercando la diversidad de dimensiones o hipótesis imposibles con un pretexto sencillo, difuminándolas en una explicación accesible para el espectador bajo un espíritu algo gamberro y surreal en la aventura de un joven adolescente que, a su vez, se digiriera como una subrepticia crítica a la sociedad estadounidense. Por supuesto sin perder de vista la inocencia de aquellos años, pero con un atrevido mensaje interior, donde otros planos aportaran, tras su mascarada de anodina existencia, un papel tan importante como la trama principal.

‘Regreso al futuro’ era una joya en bruto, que destilaba una riqueza poco frecuente dentro del fantástico, con las posibilidades y la versatilidad comercial del cine adecuado a varios ‘targets’, combinando con fortuna comedia, aventura, romance y ciencia-ficción. Una historia definitivamente muy cinematográfica que no se limitaba a exponer una concepción de imaginería donde los efectos especiales técnicos estuvieran sometidos a la trama. La película de Zemeckis no traicionó los genuinos mecanismos propios de la época para configurar el universo de fantasía formulado en una perdurable leyenda sobre las relaciones paternofiliales y de amistad más allá del espacio y del tiempo. Fantasía pura que se alimenta de los sueños, un milagro hecho realidad en una película memorable que recaudó más de 380 millones de dólares en todo el mundo y pasó a ser, de forma fulminante, una de las películas más taquilleras del cine hasta aquel momento. ‘Regreso al futuro’ escribiría con épicas letras dorada su título al permanecer a lo largo de once semanas en el primer lugar del Box Office norteamericano. Costó 19 millones de dólares, un presupuesto ajustado para un proyecto ambicioso y revolucionario. A partir de entonces, ya nada sería lo mismo.

 

‘Regreso al futuro’ (1985)

En un principio, la película se iba a rodar en Nevada, en los confines de un área de ensayos nucleares, puesto que se sugería que el Dr. Emmett Brown fuera uno de los integrantes del Proyecto Manhattan. Relatan Zemeckis y Gale que se sentían atraídos por todas las pruebas nucleares que tuvieron repercusión por aquellos años. El detonante del viaje temporal era una explosión nuclear, que sería la que enviaría a Marty al pasado y también le permitiría regresar al presente. No había rastro de ningún coche entonces. McFly viajaría… en una nevera. Al final, llegaron a un acuerdo. La movilidad de la máquina era importante, ya que permitiría un mejor entendimiento para el público y funcionaría mejor en pantalla. Décadas después, Spielberg utilizaría la idea del frigorífico y el desierto nuclear en ‘Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal’.

Así, nacería el que es el símbolo más representativo, la efigie distintiva de ‘Regreso al futuro’: un DeLorean DMC-12. Utilizaron este modelo porque con ello podría significar que en 1955 la impresión de este vehículo metalizado pudiera ser la de una aeronave del futuro y también fuera lo suficientemente sofisticado para la época de los 80. La idea era que el DeLorean fue alimentado por plutonio. Hay no había dudas. Hay dos anécdotas que circulan en las habladurías y entresijos del mito; en su origen, Marty era un ‘hacker’ viodegráfico, un chaval que conocía todos los entresijos del momento para piratear todo tipo de soportes electromagnéticos. Por su parte, “Doc” tenía un mono en vez de un perro, que fue desestimado al considerar una maldición para la taquilla la incursión de un primate en una película.

Cuando llegó la hora de rodar se esbozaron los nombres de los actores protagonistas. John Lithgow era el elegido por Zemeckis para ser el enloquecido científico, ya que había estado en películas como ‘En los límites de la realidad’, ‘Impacto’ o ‘El mundo según Garp’. También había coincidido con Neil Canton en ‘Las aventuras de Buckaroo Banzai’, sin embargo, en esta película también participaba Christopher Lloyd, que se haría definitivamente con el papel Emmet Brown. Canton lo tenía muy claro, Lloyd era perfecto para dar vida a ese doctor entrañable y delirante, el actor idóneo para conducir al personaje a un punto de locura que le equiparara con ese amigo extraño que a los adolescentes les encantaría tener. Siempre se le ha definido como un cruce lógico entre Albert Einstein y el director de orquesta Leopold Stokowski. Para Marty McFly la cosa no fue tan fácil. Se contrató a Eric Stolz, que entonces estaba de moda por haber cosechado fantásticas críticas con su interpretación de “Rocky” Dennis en ‘Máscara’, de Bogdanovich.

Para el papel de George McFly, entró en seguida Crispin Glover como candidato ideal, un sólido actor que apenas rozaba la veintena y tenía una discreta filmografía a sus espaldas y que no se imaginaba que iba a trazar la que podría ser considera su mejor interpretación cinematográfica. Para el papel de Lorraine Baines se optó por Lea Thompson, que había trabajado con John Milius en ‘Amanecer Rojo’ y había compartido protagonismo con Tom Cruise en ‘La clave del éxito’. Su delicado rostro aportó la doble faceta, dúctil y ofensiva del rol materno de la saga. Por último, el antagonista debía ser un actor con los recursos necesarios para contribuir con la fuerza ineluctable y la credibilidad amenazante a ese villano llamado Biff Tannen. Thomas F. Wilson era un completo desconocido que dejó su listón muy alto después de su participación en la película. La filmación se mantuvo con este elenco a la cabeza durante cuatro semanas. Entonces fue cuando Zemeckis soltó la bomba del rodaje: no le convencía Stolz como McFly. Spielberg apoyó la moción dando la cara por él ante Sid Sheinberg, entonces jefazo de la Universal. Después de una dura decisión que le costó a los estudios unos 3 millones de dólares, entró el carismático Michael J. Fox, que leyó el guión cuando rodaba la tercera temporada de ‘Family ties’. Aceptó de inmediato. El que se convertiría en el rostro juvenil del cine de la década trabajaba hasta dieciocho horas al día. Por la mañana, en el ‘set’ de la serie, dando vida a Alex P. Keaton. Cuando anochecía se metía en la piel de McFly asumiendo el peso de ambas. ‘Regreso al futuro’ había comenzado su singladura.

Significó un reto presentar una historia con un viaje temporal que despertara la aceptación del gran público. Pero el guión lo tiene todo para ser un éxito. McFly era un personaje despierto, con ganas de triunfar en el mundo del rock que desea cambiar la tradición de fracaso que le persigue debido, en gran parte, a la representación anulada de una figura paterna frágil, cobarde y pusilánime. Vive en un presente nada alentador, con dos hermanos sin mucho futuro y una estricta madre ahogada en raciones de vodka y lamentos. La película se circunscribe por completo a un tema absoluto: el tiempo. Ya en su secuencia inicial de créditos se sintetizan poderosamente los términos, en una presentación del Dr. Emmet Brown tan pormenorizada como sutil y silenciosa, con una infinidad de relojes e información dosificada a través de un aparato de televisión que va informando al espectador sobre aspectos importantes dentro del relato. Marty tampoco necesita muchos detalles para describirse; unas zapatillas Nike, unos vaqueros, un monopatín con una mochila y su afán por subir los búmetros a tope para tocar una pequeña guitarra que hace saltar un gigantesco altavoz por los aires. El centro comercial de Twin Pines y la 1:15 de la madrugada del 26 de octubre de 1985, la hora y el punto de reunión de ambos personajes.

El prodigioso guión de Gale y Zemeckis deja algunos detalles importantes en el devenir de la situación. Es sorprendente lo bien que se unifican los tiempos en sus tramos iniciales y posteriores y cómo funciona la repetición de elementos entre sí, siendo anticipados en el comienzo, donde la sobreinformación es tan etérea y bien fragmentada que es reconocible una vez que vuelve a surgir a lo largo del relato; la manera en que se muestra por primera vez el plutonio y su búsqueda por parte de unos terroristas libios, la campaña popular del Alcalde Goldie Wilson (Donald Fullilove), la historia del baile de ‘El encantamiento bajo el mar’, la octavilla que informa sobre el rayo que dañó para siempre el reloj de la torre, la prueba musical de los Pinheads, el grupo de Marty, las frases premilinares de Strickland (James Tolkan), el tío presidiario Joey, los pinos plantados por el viejo Sherman Peabody… Pero sobre todo, se hace especial hincapié en la noche en la que “Doc” cayó al suelo cuando intentaba colgar un reloj y dio con la clave de los viajes temporales: el condensador de fluzo. La imagen de un sueño, de una esperanza convertida en realidad, el mecanismo que posibilita el desplazamiento en el tiempo. A partir de ahí, la historia es fácil de sintetizar: el joven McFly se verá forzado a viajar en el tiempo hasta 1955, donde se ve en la obligación de conseguir que sus padres se enamoren al tropezar fortuitamente con ellos y haber cambiado el signo de los acontecimientos para, de paso, hacer peligrar su propia existencia, viéndose obligado remediar su error si no quiere desvanecerse en el tiempo. Conceptos imposibles como esos 140 kilómetros por hora y 1.21 gigawatios que necesitan del plutonio para que Marty regrese a su tiempo y que pasaron a la aceptación popular de inmediato.

Uno de los puntos fuertes de ‘Regreso al futuro’ es la voluntad de perfección al recrear los años 50, poniendo de relieve el detallismo con el se conceptúa 1955, sin necesidad de ostentaciones en su diseño de producción. A Zemeckis le interesa más un epicentro en el que ubicar la revolución juvenil, el origen del ‘teenager’, del espíritu joven que se apoderó de una nación como Estados Unidos. Este año, a la vista del público, es como una extensión pretérita del 1985 mostrado en el prólogo. Con ello, se establece un vistazo nostálgico a la ‘retrocultura’ de los 50 y a la vez establecen una mirada sumarial de los años 80, con sus tópicos, su era Reagan en pleno apogeo, sus virtudes y defectos, desgranando todos sus prejuicios con función satírica sobre las diferencias entre ambas épocas.

La jugada de mercadotecnia es impecable: no sólo estaban ante una película para gente que crecía en el tiempo en que se estrenaba, sino que también funcionaba como incentivo retro para el espectador que creció y vivió a mitad de siglo. El mercado adolescente y el de adultos en un mismo pack lleno de cine entusiasta y reverencial. De hecho hay hallazgos mínimos que proponen, a modo de guiño, invenciones dentro del filme por parte del protagonista, como inventar el ‘Rock N’ Roll’ (Marvin Berry llama a su primo Chuck para orientarle en un nuevo y revolucionario ritmo) o el invento del ‘skate’ moderno tal y como lo conocemos

Hay muchos exponentes que hacen de ‘Regreso al futuro’ el clásico que es. Pero sin duda alguna hay que subrayar la importancia de un guión de relojería, que opera con alucinante y exquisita articulación, en un engranaje perfecto de giros que funcionan con la exactitud medida, con personajes profundizados y dibujados desde un entendimiento narrativo mayúsculo. El filme responde a las cualidades de ciertos tipos de obras cinematográficas conectadas por una estructura que obedece a la disposición minuciosa y ensayada de sus elementos. En este caso donde el tiempo, el desarrollo y los puntos de fuga rompen argumentalmente con todo lo establecido, teniendo como explosión del suspense un clímax de acción desbordada y plena de tensión en la secuencia de cuenta atrás en la que “Doc” hace lo posible porque el rayo impacte de lleno en el mecanismo que llevará a Marty de regreso a 1985. Por eso, no es extraño que el guión se haya estudiado como ejemplo en las más prestigiosas escuelas cinematográficas del mundo.

‘Regreso al futuro’ está compuesta por pequeños detalles que pueden parecer inapreciables, pero son fundamentales para la trama principal. Se construye una triple consecución; a la vez que avanza la historia en determinados trazados, se construyen y determinan las personalidades y los conflictos y se impone un ritmo donde la acción nunca sucumbe a los giros. En ‘Regreso al futuro’ todo movimiento responde a una motivación argumental. Incluso las pequeñas referencias insignificantes como el nombre del centro comercial, ‘Twin Pines’, queda deformado en el nuevo 1985 con el nuevo epígrafe ‘Lone Pine’, a causa de que McFly atropella uno de ellos cuando llega a 1955 escapando de la familia Peabody. O simples elementos como el ‘walkman’ y el traje antirradiación, que son utilizados para someter a su padre a la amenaza espacial aludiendo a Darth Vader y al planeta Vulcano. La cinta avanza con tanta energía, siguiendo las paradojas y dilemas de un adolescente obligado a desempeñar el rol paternal con sus propios padres adolescentes, que es capaz de evitar incluso aquellas preguntas que imposibilitan la acción real: si Marty evita el enamoramiento de sus padres, nunca nacerá... y si nunca nace… ¿cómo puede viajar al pasado y evitar que sus padres se enamoren?

Obviamente, una película familiar del calado de ‘Regreso al futuro’ impone cierta moralina que alcanza su culmen en esa frase sugerida de unos a otros: “Si te lo propones, puedes conseguirlo todo”. No es óbice ni contraposición a uno de los asuntos más arriesgados a los que hicieron frente Gale y Zameckis, el mismo que hizo que Disney desestimara la opción de financiar el proyecto, ese mito de Edipo en el que la madre de Marty se enamora de él y no de su padre, suplantando la lástima que sintió hacia el progenitor por la fogosidad hacia un hijo convertido en héroe a los ojos de una comunidad juvenil tranquila y trazada con los cánones de entonces. Una idea convulsiva y enérgica que se une a la habilidad de sacar a colación algunos otros temas sociales, como el racismo y su vencimiento en la figura de Goldie Wilson o el abuso desequilibrante entre los más fuertes y débiles.

Incluso con aparente destreza, se dota al pequeño pueblo residencial de Hill Valley de un protagonismo simbólico, terrenal, haciendo de él un personaje más dentro de la trama. Toda esta parte fue rodada en Courthouse Square, localización de los estudios Universal en las que también se rodó ‘Gremlins’, de Joe Dante. La habilidad de Robert Zemeckis para engarzar todos los dispositivos en un bloque cinematográfico sin aristas le designan ya entonces como un heredero directo del mentor Spielbeg a la hora de planificar y rodar escrupulosamente una obra que carece de altibajos, sabiendo desarrollar un hálito de maestría apenas intangible, pero de un imperativo vigor en la forma de afrontar la acción y la aventura, que se refuerza por la que puede ser la mejor partitura de un inspirado Alan Silvestri hasta la fecha. La concepción visual y narrativa es impresionante.

‘Regreso al futuro’ recibió cuatro nominaciones al Oscar; mejor canción (‘The power of love’, de Huey Lewis), mejor guión original, mejor sonido y mejores efectos especiales y de sonido, estatuilla ésta última que lograron Charles L. Campbell y Robert R. Rutledge. Hasta la fecha, un cuarto de siglo después de su estreno en España, sigue siendo una película eterna que puede seguir fascinando a futuras generaciones. El filme de Zemeckis continúa jugando de forma omnisciente y constante a sorprender al público, rechazando cualquier tipo de convencionalismo y etiquetas genéricas. Eso fue lo que hizo grande la estela de esta gran producción de Spielberg, posiblemente su mejor contribución a la generación Amblin. Una obra maestra asignada como tal por exaltación popular. Un hecho que hace de su alcance mucho más importante que la dictada por los medios especializados o rimbombantes críticos y eruditos de la materia.

La obra de Zemeckis se perpetúa a lo largo de los años por su radiante humanismo lleno de optimismo, que nunca reniega de su condición de película populista, de aventura que se mueve por una cadencia creciente, sin límites en sus aspiraciones de entretenimiento. Un propuesta que, en el fondo, es modesta y contenida y que además ha sido seleccionada para su conservación por la Biblioteca del Congreso de los EE.UU. gracias a su enorme trascendencia cultural. A los que aman el cine de aquellos años, que soñaron con ilusiones paralelas a esta aventura temporal, supuso un hallazgo colosal, un golpe de efecto en las vidas de un millones de chavales que han crecido adorando esta ingeniosa pieza de orfebrería y que la consideran como esa película perfecta que a todos nos gustaría haber escrito y dirigido, narrándola sin alterar un solo movimiento de la original. Ni siquiera ese futuro al que hay que viajar y donde no se necesitan carreteras…

Distribuye: Universal Pictures   
Fecha de salida: 28 Octubre 2010   
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