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LEONE, EL AUTOR
"Cuando empecé a usar la dinamita, creía en muchas cosas. Ahora sólo creo en la dinamita."
John (James Coburn) en Agáchate Maldito (Giù la Testa, Sergio Leone, 1971).
El éxito europeo de Hasta que llegó su hora fue un verdadero alivio para Sergio Leone. Pero lo más sorprendente para el realizador italiano era el culto hacia su obra que se rendía en numerosos círculos intelectuales. Mientras él mismo se consideraba un cineasta comercial, parecía que estaba empezando a tener reconocimiento como autor. Ello suponía una buena noticia sin lugar a duda, puesto que de una vez por todas estaba decidido a dejar atrás el Western para centrarse en proyectos más personales. El mal trato que la Paramount había dado al estreno de Hasta que llegó su hora le llevó a romper el compromiso con ellos.
Sin embargo el estudio conocía la ambición de Leone de adaptar la novela The Hoods, centrada en los gángsteres de la época de la Ley Seca, y en un intento de no perder a un director de prestigio, le ofreció la dirección de El Padrino. Acababan de adquirir los derechos de la novela de Mario Puzo y estaban buscando a un realizador para la adaptación cinematográfica. A priori, un italiano enamorado de la cultura norteamericana parecía una buena opción. Sin embargo, Leone no se fiaba de un estudio que había mutilado su película sin su consentimiento y desechó la oferta: "me parecía una historia coral. El protagonista era la familia, la Mafia como un colectivo, no la persona individual o los personajes que eran sus partes componentes. Estoy mucho más interesado en el individuo aislado". Como mostraría posteriormente en Érase una vez en América, a Leone le intrigaban mucho más las pequeñas bandas: "cuando los gángsters empiezan a sentarse detrás de escritorios, pierdo interés en ellos."
Dado su estatus de autor en Europa, los acontecimientos de Mayo de 1968 impulsaron a Leone a producir un guión de Luciano Vincenzoni y Sergio Donati acerca la revolución mexicana de principios del siglo XX. Hacer un pseudo Spaghetti-Western político, si se permite el término, tampoco era una novedad. Damiano Damiani ya lo había hecho con éxito en Yo soy la revolución (¿Quien sabe?, 1967) y Sergio Sollima y Sergio Corbucci se quedaron a medias, pues la crítica consideró sus films "insuficientemente comprometidos".
UN PROYECTO MALDITO
Ya que Leone únicamente quería producir el film, era necesario buscar un director. Peter Bogdanovich llegó como consecuencia de una recomendación de la United Artists, de nuevo encargada de la distribución del film. Aunque aún no había realizado las que a día de hoy son sus dos películas más famosas, La última película (The last picture show, 1971) y Luna de Papel (Paper Moon, 1973), tenían una gran fe en sus posibilidades. Bogdanovich, al igual que François Truffaut o el propio Dario Argento, había sido crítico antes que director y era un amante del cine clásico norteamericano.
Adoraba los films de John Ford y Howard Hawks -al igual que Leone- y la manera de rodar de Orson Welles, lo que le alejaba mucho de la estética del italiano. El joven director viajó a Roma junto con su esposa y fue hospedado en una lujosa villa en las afueras de la ciudad. Sin embargo, las reuniones que tuvo con Luciano Vincenzoni y Sergio Leone acerca del guión pusieron de manifiesto rápidamente que el estilo que cada uno de los directores quería para el film era diametralmente opuesto. Bogdanovich recuerda: "Le dije que deseaba que habláramos de la acción en vez de los planos, y además, que a mí no me gustaban los primeros planos. [...] Si no me gustaban los primeros planos, preguntó al fin, un poco ansiosamente, ¿qué era lo que me gustaba?. A lo cual respondí, perversamente: los planos largos". De vuelta a la ciudad, Luciano Vincenzoni sacudió la cabeza maravillado y dijo: "creo que usted no quiere hacer esta película".
El siguiente en la lista de Leone fue Sam Peckinpah. Poco se sabe de la relación entre ambos. Ni siquiera si Peckinpah llegó a aceptar la oferta tras una reunión que mantuvieron en Londres. Pero lo que si se saben son las consecuencias: Agáchate maldito comienza con un primer plano de unas hormigas, una clara referencia a Grupo Salvaje (The Wild Bunch, 1969), considerada la obra maestra del norteamericano.
Posteriormente, Juan orina sobre dichas hormigas. Leone, evidentemente, se pone en la posición de Juan, dejando a Peckinpah como las hormigas orinadas. En la siguiente película que produjo Leone, Mi nombre es Ninguno (Il mio nome é Nessuno, Tonino Valerii, 1973), en la escena del cementerio navajo se lee claramente el nombre "Sam Peckinpah" en una de las tumbas, mientras que el grupo de los "ciento cincuenta hijos de mala madre" es también llamado "El Grupo Salvaje".
Con Bogdanovich y Peckinpah fuera del proyecto, Leone propuso al propio Vincenzoni hacerse cargo de la dirección. El guionista rechazó el ofrecimiento porque no quería ser una marioneta en manos del director reconvertido en productor. Finalmente, Giancarlo Santi, ayudante de dirección de Leone en El bueno, el feo y el malo y Hasta que llegó su hora, fue escogido como director. El film, una vez más, iba a ser rodado en España, con localizaciones en Almería y en la provincia de Granada. Dado que Carlo Simi no se encontraba disponible para realizar los decorados, tras sopesar a Ken Adam (habitual diseñador de producción de la serie Bond) y a Dean Tavoularis (posteriormente, responsable de El Padrino), el elegido fue el italiano Andrea Crisanti.
Para la fotografía, una vez más en Techniscope, se contrató a Giuseppe Ruzzolini, operador procedente de las películas de Pier Paolo Pasolini que se convertiría en habitual en otras producciones de Leone. Para la música, una vez más, contó con su inseparable Ennio Morricone, que en esta ocasión no pudo componer temas por adelantado debido a la apretadísima agenda que tenía en aquel momento.