|
A comienzos de la década de los 80 tuvo lugar la introducción en el mundo del cine de los ordenadores. Con ellos, los cineastas comenzaron a crear imágenes digitales –conocidas normalmente como CGI, Computer Generated Images- que no era posible obtener fotografiando elementos reales. La pionera fue la hoy en día muy desfasada producción del italiano Dino de Laurentiis Flash Gordon (Flash Gordon, Mike Hodges, 1980), para la cual la empresa Van der Veer Photo Effects realizó el primer plano digital de la historia para integrar elementos reales rodados en estudio con fondos creados por el equipo de efectos visuales de la película.
Flash Gordon fue seguida, dos años después, por Star Trek II: La Ira de Khan (Star Trek II: The Wrath of Khan, Nicholas Meyer, 1982) y, sobre todo, la producción de Disney Tron (Tron, Steven Lisberger, 1982), en la que se utilizaron efectos generados por ordenador para recrear el interior de la computadora en la cual se desarrolla la historia.
Otras producciones de la época también hicieron uso de la técnica –por supuesto, en menor medida de lo que se hace actualmente-, pero los CGI no mostraron al público su verdadero potencial hasta el año 1989 con el estreno de la película de James Cameron Abyss (The Abyss), en la cual, y en eso principalmente radicaba la novedad, las imágenes generadas por ordenador interactuaban con los actores. Como no podía ser de otra manera, y pese a que la cinta cosechó mediocres resultados en taquilla, se alzó sin problemas con el Oscar a los mejores efectos visuales.
Finalmente, la consagración de los CGI tendría lugar de nuevo de la mano de James Cameron y Terminator 2 (Terminator 2: Judgment Day, 1991) –con una excelente mezcla de efectos tradicionales y CGIs- y Forrest Gump (Forrest Gump, Robert Zemeckis, 1994), que demostró cómo los efectos digitales podían utilizarse para plasmar las exigencias del guión en la pantalla sin caer en la exhibición gratuita.
Desde entonces, los CGI se han extendido a velocidad vertiginosa y hoy en día ya no sólo se utilizan para crear imágenes imposibles de realizar mediante los métodos tradicionales, sino incluso sustituyen a los decorados y a los extras en gran número de películas, ahorrando tiempo y sobre todo, dinero. La Amenaza Fantasma (Star Wars Episode I: The Phantom Menace, George Lucas, 1999) supuso un nuevo hito en este campo, puesto que el 95 por 100 de sus imágenes contenían algún tipo de manipulación por ordenador, o lo que es lo mismo, diecinueve de cada veinte planos habían sido retocados con CGI.