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Oscars 2010 - La gesta de Bigelow y una Gala para olvidar


La gesta de Bigelow y una gala para olvidar

No corren buenos tiempos para la gala de los Oscar. Uno de los eventos más multitudinarios de la televisión mundial lleva unos años sumida en la apatía y el declive. Durante la pasada madrugada se confirmó la indolencia de un espectáculo que ha tocado su fondo más abisal, que no puede evitar el descalabro que produce el bostezo, la parquedad de magia o la absoluta falta de esparcimiento.

El desinterés se ha transformado en un incómodo aliado de uno de esos acontecimientos en los que se espera algo de diversión. La gala de la 82ª edición de estos premios pasará a la historia porque es la primera vez que una mujer, Kathryn Bigelow, obtiene una estatuilla en la categoría de mejor dirección, pero también pasará como una de las más nefastas que se recuerden en la memoria reciente.

Ni siquiera la correspondiente a la del año 2008, también una de las más infumables que se evoquen, se puede comparar. Es más, incluso la del año pasado, que arrancó de forma ejemplar para ir apagándose hasta el vacío del ostracismo poco tiene que ver con el bochorno vivido ante la pantalla por parte del indolente teleespectador que ha sufrido un varapalo contra las ganas de pasarlo bien.

El caso es que por mucho que las expectativas tuvieran un nivel medio o bajo, sin muchas esperanzas de alcanzar un ‘show’ por encima de la media, lo cierto es que estos Oscar pueden ser considerados como los más plomizos y con el peor guión y desarrollo de la Historia. Y eso, si tenemos en cuenta el condicionante de que han sido, a su vez, unos de los más sucintos y breves de los que se recuerde. En definitiva, un horror huérfano de ‘entertaiment’.

La batalla entre ‘The Hurt Locker’ y ‘Avatar’, que enfrentaba a una de las ex parejas más célebres de Hollywood, Kathryn Bigelow y James Cameron, ni siquiera estuvo disputada. La cinta de la directora de ‘Le llaman Bodhi’ arrasó al pueblo Na’vi de Cameron que partía como favorita, sabiendo que, en el fondo, el cine de calidad lo ponía esa cinta bélica sobre la Guerra de Irak que el idealista universo embellecido por las nuevas técnicas digitales servida por el autodenominado “rey del mundo”. Hoy, ya no lo es.

La pugna no existió desde los primeros compases y Bigelow aplastó las posibilidades de su ex marido demasiado pronto. Que Steve Martin y Alec Baldwin fueran encomendados para presentar el cotarro proponía la oferta cómica desde un principio con ciertas garantías. Su empatía y su buen momento profesional eran un seguro de éxito. Todo lo contrario. La gala se abrió con todos los actores nominados saliendo a saludar y darse un baño de masas.

Algo que descolocó un poco la logística de este tipo de saraos tan ‘bigger than life’ que les gusta a los yanquis. El hecho de que sobre el siempre impresionante Kodak Theather, que este año estaba más limitado en su escenografía y juegos de artificio y visualidad, apareciera el genial Neil Patrick Harris con un número musical al estilo Broadway recordó por momentos a los brillantes primeros instantes que tuvo Hugh Jackman el pasado año.

La aparición de Baldwin y Martin sobre el escenario iba a marcar la pauta de lo que vendría a lo largo de la noche. Sus ‘speechs’ y ‘gags’ sobre los nominados de la noche levantaron las primeras risas y aplausos del personal, pero es cierto que ya se intuía un cierto convencionalismo en los toques de humor de ambos presentadores, con chistes fáciles y demasiado obvios, empezando por sus alusiones a Meryl Streep, ponerse unas gafas 3D para buscar a Cameron entre el público y fumigar ‘lonatayas’ del planeta Pandora.

Lo único relevante fue la complicidad de George Clooney que participó como él sabe en estos guiños paródicos mostrándose adorablemente “mosqueado” con los comentarios de los anfitriones. El cambio de estructura dentro del guión que rompió con la tradición en 2009 se redundó la pasada madrugada y en seguida comenzaría el reparto de muñecos dorados. Penélope Cruz aparecería para presentar el Oscar al mejor actor de reparto, que fue a parar a Christoph Waltz por su inolvidable papel del oficial nazi Hans Landa de ‘Malditos Bastardos’.

Una de las cosas a destacar fue que la frase “the Oscar goes to…” que se popularizó allá por 1988 ha sido sustituida otra vez por el mítico y más popular “and te winner is…”. Pura anécdota para la posteridad.

El tema de las diez películas nominadas, de las que, siendo benévolos, sobra la mitad de ellas (si no más), se presenta con un actor o actriz que tenga relación con el director o la película nominada. Ryan Reynolds es el encargado de decir unas palabras de ‘The Blind Side’, ya que ha compartido cartel con Sandra Bullock, una de las estrellas de la noche, en ‘The Proposal (La Propuesta)’, otra de esas comedias románticas en las que la actriz está especializada y que suelen ser sonados fracasos.

Algunos de estos clips en relación a sus presentadores sí tenían más sentido, como que Jeff Bridges presentara el de ‘Un tipo serio’ (cómo olvidar su Jeff Lebowski junto a los Coen), el actor fetiche de Jason Reitman, Jason Bateman, presentara el de ‘Up in the air’ o que John Travolta lo hiciera con ‘Malditos Bastardos’, de Quentin Tarantino. Ya en el momento en que Steve Carell salió con Cameron Díaz a presentar los candidatos del premio a la película de animación se empezó a intuir que algo no iba bien.

El actor de ‘The Office’ salió desubicado, sin frases ingeniosas o algo de improvisación que arrancara una mísera sonrisa. Y eso, con Carell es mala señal. ‘Up’, de Pete Docter, que exhibió unos pabellones auditivos exageradamente llamativos, estaba destinada a ser la película animada de este 2009 pasado. Y no hubo sorpresas.

Steve Martin y Alec Baldwin apenas tenían frases para presentar a los presentadores. Como esas muñequitas ‘barbies’ que responden al nombre de Miley Cyrus y Amanda Seyfried que le dieron el Oscar a la mejor canción a ‘The weary kind’, de la película ‘Crazy heart’. Otra cosa. No hubo posibilidad de escuchar las canciones nominadas porque los responsables de la gala han vetado este tradicional hábito. El arranque no podía ser peor; ni clips de video con esos montajes tan fascinantes que suelen ofrecer, ni chispa a la hora de presentar, nada de fanfarrias de ningún tipo, con más publicidad…

Todo hacía presagiar que estos premios, por muy expeditivos que fueran, no iban a deparar nada bueno. De hecho, al igual que el año pasado, el anuncio del Show de Jimmy Kimmel, tumbado en la cama con Ben Affleck y con aparición estelar de Jennifer Garner para promocionar su programa fue más efectivo que cualquiera de los minutos cómicos (si es que se puede aludir a este término) de la gala. ‘The Hurt Locker’ conseguía su primer Oscar con Mark Boal en la categoría de guión original. Se habló de Tarantino como favorito, pero el filme de Bigelow comenzaba a labrar su palmarés con una Tina Fey acompañada de Robert Downey Jr. dejando el tipo de presentación brillante para darle dinamismo al tema. Sin embargo, fue un espejismo.

De repente, un WTF sorprendente y gratificante, pero no por ello desubicado. En el escenario aparecen Matthew Broderick y Molly Ringwald dando paso a un emotivo homenaje a John Hughes, mítico exponente de un cine extinto que supo exponer factores y problemáticas comunes a la juventud de la década de los 80. Seguido de un vídeo por su aportación al mundo del celuloide, se unen al recordatorio Anthony Michael Hall, Macaulay Culkin, Jon Cryer, Ally Sheedy y Judd Nelson y tienen un gesto emotivo para con la familia del fallecido Hughes. Lo más irónico o chocante de esto es observar los rostros de estupefacción de Kristen Stewart y Taylor Lautner, ídolos de una generación que ni siquiera sabe quienes son los actores que acaban de desfilar en escena y la importancia que ha tenido en una generación perdida.

Para el Oscar al mejor cortometraje se elige, no se sabe aplicando qué baremo, ganadores en esta disciplina que llegaron a hacer películas. Taylor Hackford que ganó en 1979 por ‘Teenage Father’, David Frankel que haría lo mismo en 1996 con ‘Dear Diary’ o el gran John Lasseter, que ganara con su corto de animación ‘Tin toy’ en 1988 son los encargados explican sus sensaciones cuando recogieron el Oscar y su posterior consecuencia que les llevaría a saltar al largometraje. Entonces empieza a cuajarse el desastre que todos sospechaban.

Este año, la prioridad de la Academia no ha sido, visto lo visto, ni el guión, ni el humor, ni el espectáculo, ni la calidad del acontecimiento. Lo realmente importante era establecer unos tiempos delimitados para que la gala durase un tiempo estipulado. La movida debía tener un estricto absolutismo en cuanto a agradecimientos y duraciones se refiere. Se había publicado que estaba prohibido llorar para evitar pérdidas de tiempo.

Así, con los cortometrajes se han dado situaciones esperpénticas. Es decir, que ‘Music by prudence’, gana al mejor corto documental y Roger Ross Williams empieza a hablar pero es interrumpido por su codirectora Elinor Burkett que le deja cuadros y encima son cortados por la organización en su extravagante discurso de agradecimientos. Es lo mismo que sucede con ‘Logorama’, del cual habla uno de sus directores y el otro se queda con las ganas. Y eso fue algo que se vería una y otra vez cuando los ganadores eran más de… ¡uno! Por supuesto con la obligación de no hablar más de 20 segundos, porque si no, la organización hace sonar la música y te cierran el micro. Y no sale un gorila de seguridad a darte una patada porque se emite para todo el mundo, que si no…

El que siempre pone el listón muy alto es Ben Stiller. Da igual que todo esté muy anodino y sin chispa. Él sabe arrancar las carcajadas de la noche y convertirse en uno de los factores más positivos de toda la fiesta. En esta ocasión apareció maquillado como un Na’vi y se luce como cómico al presentar el premio de mejor maquillaje por la que ‘Avatar’ no está nominada. Curioso. Barney Burman, Mindy Hall y Joel Harlow, ganadores por ‘Star Trek’, tardan más en llegar al escenario que en agradecer. Y, cómo no, también son casi echados a patadas del escenario.

A estas alturas de la noche ni las sorpresas sorprenden. Jason Reitman era el favorito para llevarse el guión adaptado, pero fue Geoffrey Fletcher por ‘Precious’ en alzarse con el Oscar. Tuvo una emotiva proclama de agradecimiento al borde de las lágrimas. Pero como habían prohibido llorar, el pobre hizo de tripas corazón y pudo terminar de hablar antes de que sonara la música de expulsión. Uno de estos años colocarán debajo del premiado una trampilla para que al pasarse del tiempo caiga en un foso y se ahorre tiempo. Por si fuera poco, la realización enfoca a todos los miembros del equipo de la película de Lee Daniels. Y a Morgan Freeman, como estipendio, por eso de que también es negro y no tiene nada que ver con ‘Precious’.

Si ya es triste que hayan destrozado tradiciones y hayan querido renovar el espectáculo mirando más los intereses comerciales que la índole primigenia de estos galardones, más lo es que los Oscar honoríficos se den meses atrás y, tras unas imágenes fugaces, hacer saludar a los homenajeados y… se acabó. Otro apartado más, arruinado. Dos figuras memorables como Roger Corman y Lauren Bacall no merecen este trato. Por mucho Oscar que se le otorgue.




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