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Sin City es una ciudad que existe -literal y figuradamente- en blanco y negro, un mundo duro y despiadado tanto desde fuera como desde dentro. Sólo ilumina la ciudad algún toque de color. Porque se trata de un lugar lleno de profundos contrastes, producidos entre los corruptos, ambiciosos e irredimibles, y los que aún se empeñan en mantener la moral, la esperanza y los desesperados ideales de amor al prójimo. Es una metrópolis imaginaria condenada no sólo a ser mala sino a estallar por culpa de sus impulsos y emociones en estado puro.
La ciudad se fundó en 1991, y surgió de la calenturienta imaginación y la hábil pluma del maestro del cómic moderno Frank Miller. Su crudez y el particular uso del blanco y negro -puro sin gamas de grises-, así como la temática negra de sus historias hizo que se convirtiera en una de las historias gráficas más aclamadas por la crítica de su generación. Usando personajes estereotipados y tramas simples consiguió conectar con el público ávido de obras diferentes.
Miller es uno de los los principales activos de la revolución moderna del cómic, no tanto por su dibujo -acusado de tosco en ocasiones-, sino por su forma de guionizar comics con técnicas cinematográficas y una amplia obra en su carrera, aunque hay que decir que con bastantes altibajos. Se le suele vincular a dos personajes a los que redefinió por completo apurando las posibilidades del comic y llegando más allá cuando se pensaba que ello no era posible: Batman y Daredevil. En la magistral novela gráfica Batman, El Regreso del Señor de la Noche, y en Batman, Año Uno. consiguió quizás su mayor éxito tanto de crítica como de público al lograr dar una vuelta de tuerca al carismático personaje de DC tanto en la edad madura como en sus inicios superheroicos respectivamente.
Con Daredevil consiguió lo imposible: resucitar un personaje que languidecía en su serie regular con aventuras anodinas y malas ventas llevándolo hasta unas cotas de calidad narrativa que hicieron de él uno de los personajes bandera de Marvel. En varias etapas con el personaje realizó la serie regular y varios proyectos en los que tuvo al dibujo a autores de la talla de David Mazzuchelli, Bill Sienkiewicz o John Romita Jr. Entre el resto de sus obras destacan 300 -donde narra la épica e histórica batalla de las Termópilas entre griegos y espartanos- y Ronin, obra futurista que obtuvo un gran éxito de crítica aunque no de público. Sin City es una creación de Frank Miller en la que él hace los guiones y el dibujo, dejando el escaso color para su esposa Lynn Varley.
Del papel al formato digital
Sin City proviene de la larga tradición americana de la cultura pop del cómic. Como las despiadadas novelas policíacas y el cine negro de los 40 y 50, Miller relanzó con gran fuerza los cómics: el corazón oscuro de la ciudad. La quintaesencia de la frontera urbana americana regresaba con fuerza. Un lugar donde las discusiones siempre acababan mal, los fugitivos luchaban contra el sistema eternamente, y donde la ira y el deseo sexual dominaban los bajos fondos.
Los personajes de Miller eran como bloques de músculos, las mujeres lucían enormes curvas seductoras y la ciudad estaba formada por infinitos paseos, escaleras sinuosas, y fríos monolitos de acero. Las historias estaban repletas de duras emociones, pero también recurrían a los mitos y las tragedias clásicas para tratar los temas de la pérdida y del dolor.
El éxito de la ciudad ficticia fue increíble. Los aclamados libros de Miller recibieron el prestigioso Premio Eisner y el Premio Nacional de Ilustración. Pero si hay algo que Miller no quería hacer, eso es idear una película para Hollywood. Conocía lo bastante bien ese mundo para no querer poner en peligro su obra, una visión magníficamente elaborada que había convertido Sin City en un lugar irresistible.
En palabras de Miller: "Al principio, no podía hacerlo. No era que las historias no se pudieran adaptar al formato de una película, sino que yo creía que la industria cinematográfica no sería capaz de trasladar las historias sin modificarlas".
Poco después, conoció a Robert Rodríguez, del que dice: "Sólo tenía una idea en mente: ‘Me gusta mi vida como ilustrador de cómics, y no hay por qué dejar que nadie manipule mi creación’. Y me mantuve fiel a ese principio hasta que Rodríguez empezó a perseguir a mi abogado, a mi editor y después a mí como un verdadero enloquecido hasta que. . . bueno. . . me convenció".