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King Kong: La Octava Maravilla del Mundo


King Kong fue la creación de dos cineastas insólitos, dos documentalistas que decidieron entrar en el campo de la fantasía. A éste siguió un hijo y un pariente no confirmado que conforman un tríptico que ahora nos ofrece Manga Films en formato DVD. Conozcamos un poco mejor a estos personajes cruciales en el mundo del cine fantástico.

Resulta curioso cómo dos cineastas especializados en el cine documental han pasado a la historia por aquello que es prácticamente lo contrario: una obra maestra de la fantasía, el onirismo, la ensoñación. Con todo, queda obvio, mirando la biografía de ambos artistas, que toda su carrera estuvo basculando siempre entre la realidad y la fantasía.
 

Merian C. Cooper (izqda.) y Ernest B. Schoedsack (dcha.)
 

Ernest Beaumont Schoedsack (1893-1979) y Merian Coldwell Cooper (1893-1973) fueron unos curiosos aventureros que trabajaron, entre uno y otro, en labores tan peculiares como reportero, guardiamarina, miembro de la Guardia Nacional, voluntario del escuadrón aéreo en la guerra contra la Unión Soviética, cofrade de una batida para capturar a Pancho Villa, cámara para la troupe de Mack Sennett o de combate en la Army Signal Corps, aviadores...

Ambos se conocieron y formaron un peculiar maridaje, uniendo sus esfuerzos en el mundo del cine. Su primera labor en ese campo, como apuntamos, fue en el campo documental, debutando con Hierba (Grass, 1925), centrado en seguir el viaje de los Bakhtiari, una tribu nómada de Irán, que codirigieron al lado de una tercera cineasta, la periodista Marguerite Harrison. Le siguió Chang (Chang: A Drama of the Wilderness, 1927), rodado en las selvas del norte de Siam (hoy Tailandia).

Ya entonces sintieron interés por la ficción y se centraron en la creación de Las cuatro plumas (The Four Feathers, 1929), tercera adaptación de la mítica novela de aventuras escrita en 1902 por A.E.W. Mason, esta vez con Lothar Mendes como co-realizador. En 1931 Schoedsack dirigió y produjo en solitario Rango, pequeño film de aventuras rodado en la selva de Achim (también llamada Atjeh) en el noroeste de Sumatra.
 

El Malvado Zaroff (The Most Dangerous Game, 1932)
 

En 1932, con destino a la R.K.O., ambos se hicieron cargo de El Malvado Zaroff (The Most Dangerous Game), la primera simiente de lo que sería su gran obra. La dirección artística corrió a cargo de Carroll Clark, y los decorados, no acreditados, de Thomas Little; por lo demás, en el departamento artístico figuraban también Mario Larrinaga y Byron L. Crabbe, figuras importantes después en King Kong.

Tan contento quedó Cooper con esos decorados que decidió usarlos para King Kong: rodó allí mismo una bobina de prueba con Robert Armstrong y Fay Wray, ésta con peluca rubia, para convencer a los estudios. Ya en la R.K.O. contactó con el productor David O. Selznick, a quien habló, en un momento dado, de hacer una película sobre un simio gigante. Esa misma idea se la vendió a Willis O'Brien, magistral técnico de animación. O'Brien hizo una serie de dibujos, que planteaban una serie de situaciones, la mayor parte de las cuales aparecerían en el film.
 


 

Para escribir el guión de la película se contrató al escritor Edgar Wallace, afamadísimo autor de novelas policíacas y de misterio de la época, y hoy prácticamente olvidado. Wallace escribió un boceto de diez páginas y, tras esto, murió. Se ha hablado largo y tendido sobre la verdadera relación de Wallace con la película.

Tras su muerte, Cooper pasó el proyecto, sucesivamente, a James Creelman y a Ruth Rose, quienes desarrollaron totalmente la historia, cambiaron nombres de personajes y profesiones... Siendo estrictos, los créditos del film debieran figurar así: "guión de James Creelman y Ruth Rose, según un argumento de Edgar Wallace a partir de ideas de Merian C. Cooper y Willis O'Brien". Sin embargo, Cooper dijo que acreditó el guión a Wallace por compromiso y, suponemos, por lo comercial que resultaba su nombre en la época.
 


 

Con todo, la historia base no era precisamente original. O'Brien ya había realizado los trucajes de El Mundo Perdido (The Lost World, 1922), según la novela escrita diez años antes por Sir Arthur Conan Doyle. Esta película y King Kong, en esencia, ofrecían igual base: un grupo de personas llega a un "mundo perdido" habitado por dinosaurios. Tras una serie de aventuras vuelven a la civilización con una criatura que han atrapado, ésta escapa y siembra el caos en la ciudad, antes de ser abatida(1).




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