A golpe de nostalgia
Lejos de la indulgencia con la
recuperación de una saga, Stallone brinda la oportunidad de decir la última
palabra a uno de sus personajes más iconográficos en un filme inesperadamente
melancólico y enérgico.
Que Sylvester Stallone se haya vuelto a
poner los guantes y subir a un ring dando vida a uno de sus personajes más
célebres puede parecer, a simple vista, un denodado intento por reverdecer
viejos éxitos. La gloria hace años que le dio la espalda. Pero en ‘Rocky Balboa’ se aleja de la secuela fácil,
del oportunismo de saldo que muchos esperaban, convenciendo en su virtuosa
apuesta por la palpitación y las motivaciones de un personaje que todavía tenía
una última palabra que decir. Sylvester Stallone encamina este último viaje de
Balboa hacia la desnudez emocional, la misma que ha concebido en una película
que se presenta como la retirada definitiva de un mito del
celuloide.
La nobleza de este aventurado desafío radica en la
vinculación de la historiografía de Rocky Balboa con la nostalgia, exponiendo al
que fuera indiscutible (anti)héroe como un abnegado hombre consumido en sus
propios recuerdos, que no ha terminado de cicatrizar sus heridas internas (su
esposa ha muerto y su hijo no quiere saber nada de él). Un hombre que vive del
pasado y provoca compasión contando diariamente sus anécdotas de boxeador a los
clientes de ‘Adrian’s’, el humilde
restaurante que regenta. Pese a ello, sigue siendo una celebridad que aún posee
un tenue fulgor en el presente, pues Balboa sigue siendo esa vieja leyenda con
la que hacerse una foto si alguien se tropieza con él. El paso del tiempo no
pasa en balde. Ni para el personaje, ni para Stallone, que parece no perder de
viste en ningún momento esta actitud dentro de su entregada
narración.
![](http://www.refoyo.com/weblog/imagenes/rockybalboa01.jpg)
El boxeo ya no es lo que era, como el cine comercial del
momento. Hollywood está viciado y agriado por el ostracismo de las productivas
formulas actuales, por lo que ‘Rocky
Balboa’ podría verse como un ejercicio de añoranza hacia una genealogía
cinematográfica sofocada en el recuerdo, en la memoria de aquel cine de los 80
en el que Stallone era un dispositivo infalible para la taquilla. Y lo cierto es
que, tanto en su guión sostenido en la simplicidad como detrás de la simple
apariencia, el objetivo del filme va más allá del combate final de este viejo
boxeador, ya que comprende, con contención, una perfecta representación de los
propósitos de Stallone por intentar ofrecer un poco de toda aquella esencia
perdida, de “dejar salir esa bestia” que el mismo Stallone llevaba dentro, como
su rol, consiguiendo una película entrañable como adeudo para aquellos
seguidores que no han olvidado su apagada estrella. Y parece ser que, haciendo
caso a las cifras, muchos siguen siendo aquellos que echan de menos este tipo de
cine y que aprecian, sobre todo, al propio Stallone, como limitado actor (aunque
aquí esté en más de una ocasión más que brillante) más que como el director y
guionista que una vez llegó a ganar un Oscar.
![](http://www.refoyo.com/weblog/imagenes/rockybalboa02.jpg)
Treinta años después, ‘Rocky Balboa’, con un tono mucho más íntimo,
certifica con una nobleza fuera de toda duda aquello que le convirtió en una
parábola del crédito de superación que otorga la humildad, donde no faltan
valores morales y el riesgo de luchar por lo que uno cree, desde la tradicional
apostura del drama clásico hasta ahondar en el esfuerzo y pesar de sus
personajes (como Paulie -Burt Young-), que ha aceptado la vejez
de un modo más convencional), a través de su aburrida cotidianidad, de su
apesadumbrada melancolía, de su desastrosa relación paterno-filial, de sus
anhelos por volver a boxear. Stallone recupera, desde la dignidad, el respeto y
el cariño a su personaje, el carisma del boxeador y su particular idiosincrasia,
sin evitar el inapelable paso del tiempo.
Rocky vuelve a subirse al ring, arrastrando artrosis en su
cuello, consciente de sus limitaciones, pero manteniendo un cuerpo aún con algo
de potencia para combatir contra el campeón mundial de los pesados, en
simbolismo de la pugna con el cine actual, lleno de efectos especiales, como ese
combate virtual que incita a Rocky a meterse en un improbable pugilato de
exhibición.
Sin grandes novedades, resulta meritorio de qué forma
ha resucitado Stallone a su púgil en ‘Rocky
Balboa’, haciendo emocionar a la platea en la apoteosis en ese ‘Gonna fly now’ de Bill Conti
que rememora una época, una genealogía pugilística fílmica de una saga que, con
todos sus errores, integran en su esencia algunos de los mejores momentos de
cine de boxeo de la Historia, incluso saliéndose de esa delimitación. Stallone,
además, solventa con cognición el impedimento de asentar el sentimentalismo en
el boxeo.
No se trata de propagar un estilo, ni siquiera de enfatizar
un guión bastante medido (algo desaprovechado en su último tramo), tampoco de
ver la buena forma en que se encuentra su protagonista (aunque sea anabolizado),
ni como un testimonio de poder por parte de Stallone. Se trata simplemente de la
recuperación de un viejo compañero de viaje existencial al que el espectador no
ha olvidado tras treinta años. De un icono que, en el ocaso, sigue ejerciendo
identificación para con el público, la del honesto boxeador medio sonado que, en
un alarde de humanidad, quiere ofrecer su última y trascendental lección.