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Origen del proyecto
Misteriosos. Feroces. Extraordinarios. Los espartanos pertenecen a una de las culturas más enigmáticas de la historia. Entrenados para no retirarse ni rendirse jamás, son los guerreros perfectos. “Los espartanos siguen siendo un misterio para todos”, dice Frank Miller, autor de 300, la novela gráfica que inspiró la película. “Podría decirse que son excepcionales porque son una cultura eminentemente bélica, dedicada por entero a la guerra. Poseen un código de honor de lo que significa ser espartano, y de él surge una clase heroica como jamás se ha visto antes en todo el mundo”.
Frank Miller oyó hablar por primera vez de los espartanos cuando vio la película El León de Esparta en su infancia. Recuerda: “Me causó una honda impresión y me inspiró porque enseñaba que los héroes no son necesariamente los que consiguen una medalla al final de la historia, sino que son personas que hacen lo correcto por el simple hecho de que es lo correcto, incluso si acometen el sacrificio final para conseguirlo. Durante toda mi vida he querido contar esta historia porque es la mejor que jamás he oído. Y, al fin, conseguí la destreza de dibujar cómics, tanto que pensé que al final podría encargarme de ello”.
Para ilustrar 300, Miller sintetizó su concienzuda investigación, la cual le llevó hasta los mismos acantilados de las Termópilas, con el estilo característico que imprimió a trabajos gráficos tan legendarios como Sin City y El regreso del señor de la noche. Redujo el uniforme de los espartanos (cuyo peso, junto con el de las armas, equivalía aproximadamente a la mitad de su propio cuerpo) a sus elementos más esenciales y simbólicos y condimentó el relato de la histórica batalla del año 480 a.C. con elementos de enfrentamientos anteriores y posteriores entre Jerjes y los griegos.
“Frank cogió un hecho real y lo convirtió en mitología, lo contrario de partir de un hecho mitológico para transformarlo en realidad”, dice Zack Snyder, que combinó la osada visión de Miller con la suya propia para hacer el largometraje. “Esto es lo estimulante. Él quería encontrar la esencia, lo opuesto a la realidad, de lo que es un espartano. Si vas a las Termópilas, la estatua de Leónidas está desnuda; tiene un escudo, una lanza y un casco y eso es todo. Frank fue a las Termópilas y estoy seguro de que la vio y dijo: ‘Vale, así es cómo lo tenemos que hacer’”.
Moverse a través de la maleza de las Termópilas dejó una huella profunda en Miller. “Es un lugar donde ocurrieron cosas grandes y gloriosas”, describe. “Hablamos del crisol, del epicentro de la batalla para llegar a todo lo que tenemos ahora, a lo que es la civilización occidental. Hay una razón por la que somos tan libres, y en gran parte se debe a la historia de trescientos jóvenes que defendieron un paso muy estrecho el tiempo suficiente como para inspirar al resto de Grecia”.
300 se convirtió en un éxito de ventas y dio a Miller numerosos premios de la industria el cómic. “La historia se vendió por sí sola”, comenta. “Sólo trabajé lo mejor que pude para hacer justicia a un gran momento de la historia. Fue muy importante pulir la apariencia de los personajes para hacerlos más dinámicos y para borrar la impresión de que es una historia antigua. No es una historia vieja, es una historia eterna”.
El libro consiguió una legión de seguidores, entre ellos el coguionista y director y los productores del largometraje. “Lo más hermoso del libro de Frank, y en general de cualquiera de sus trabajos, es la prosa que acompaña a sus dibujos”, advierte Snyder. “No es sólo una ilustración, sino que también hay poesía en ello. Para mí, la manera en la que estructura la prosa es tan importante como los dibujos. Quería idear una manera de preservar y honrar su prosa, junto con sus imágenes, en la película”.
Hace cinco años, el productor Gianni Nunnari y Snyder hablaban de futuros proyectos de colaboración cuando Snyder se fijó en una copia de la novela gráfica que Nunnari tenía en su mesa. Nunnari defendió en solitario el proyecto durante varios años. Llegó a convencer al productor Mark Canton de que colaborase con él y desarrollase en serio el proyecto con Snyder como director y co-guionista.
“La perseverancia de Gianni y la dedicación de Mark al proyecto me convencieron”, recuerda Miller. “Primero Gianni y luego Mark estaban tan decididos y tan seguros de la historia que me llevaron a su terreno. Zack quería hacer esta película con toda su alma. Es una persona encantadora y estaba tan involucrado en este proyecto que era muy difícil decir no… así que no lo hice”.
Snyder comprobó que el proceso que siguió al concebir el largometraje fue similar al que Miller había desarrollado. Quería prescindir de los preceptos del cine realista y, en su lugar, encontrar una forma de “darle vida (a la obra) en la pantalla”, explica. “No quería hacer una película que pareciese una fotografía; más bien al contrario, pretendía introducirme en el mundo que Frank creó en su novela gráfica. Esto no es un drama histórico, ni una historia lineal. Ni siquiera pretende ser completamente fiel desde el punto de vista histórico. Nuestro objetivo era crear una verdadera experiencia distinta a cualquiera que se haya visto antes”.
El núcleo principal de los realizadores se fusionó alrededor de 300 desde el mismo momento en que el proyecto cristalizó. Los productores Canton, Nunnari y Bernie Goldmann quedaron cautivados por la historia. “Zack fue muy específico sobre cómo quería que esta película pareciera y se sintiera”, comenta Goldmann, “y conforme el proyecto empezó a materializarse, sentimos una gran satisfacción al ver Zack le estaba dando forma a esta historia de un modo que el espectador no había visto antes”.
Entretanto, Snyder hizo su debut en la dirección con Amanecer de los Muertos e inmediatamente después volvió al proyecto. Trabajó en la adaptación de la novela con el también guionista Kurt Johnstad, y ambos aportaron a la historia ciertos elementos que brotaron de manera natural debido a la lucidez de la visión original de Miller (Michael B. Gordon había escrito un borrador previo del guión). El productor Jeffrey Silver se unió al equipo para trabajar estrechamente con la producción material y los efectos visuales de la producción.
La decisión de Snyder de adaptar la novela gráfica tuvo implicaciones novedosas para la apariencia de la película. “El desarrollo del aspecto visual de la película fue una parte importante del proceso”, continúa Snyder. “Uno va al cine para vivir experiencias diferentes. Eso es lo que intentamos conseguir con 300. Cada fotograma de la película es como un efecto visual, ya se trate de paisajes como de batallas, escenas de acción o arquitectura”.
Al principio, el propio Snyder hizo el storyboard de la película, y, en última instancia, él y su compañera de producción y esposa, la productora ejecutiva Deborah Snyder, en colaboración con el productor asociado Wesley Coller, idearon juntos un plan de desarrollo que expresara la visión que el director tenía de la película.
La presencia de Frank Miller, que también fue productor ejecutivo de la película, pudo haberse considerado intimidatoria para el director, pero Goldmann responde: “Frank fue muy agradable y útil. Cada vez que Zack necesitaba su contribución o su aprobación, decía: ‘Sigue así, es genial. Me encanta lo que estás haciendo’. Adoptó la película y a toda la gente relacionada con ella”.
Se realizó una serie de pruebas de cada uno de los aspectos de la película, desde la iluminación y el vestuario a la textura de los decorados. Uno de los elementos que los realizadores querían explorar era el aspecto fotográfico de la película. Snyder pensó manipular el equilibrio de colores para crear un proceso que, en última instancia, recibió el nombre de “aglomeración”. “Zack ideó una receta en la que aplastas la parte oscura de la imagen y aumentas la saturación de color para cambiar la proporción de contraste de la película”, explica Jeffrey Silver. “Cada imagen de la película pasó por un proceso de retocado. La aglomeración es lo que le da a esta película una apariencia y un tacto únicos”.
“No quiero que nadie diga: Eso parece Grecia o lo otro Canadá”, explica Snyder. “Quiero que se adentren, de principio a fin, en esta experiencia”. “La evolución de lo que se rodó, desde el decorado hasta el producto final, lleva esta historia a otro terreno”, dice Nunnari. Gerard Butler, que interpreta al rey Leónidas, declara: “Es como si alguien que estuvo allí y presenció la batalla se fuese a dormir y lo soñara todo otra vez porque todo es muy figurativo… muchos elementos forman parte de la imaginación, lo que nos permite llevarlo mucho más lejos. Es una historia increíble que ha servido de inspiración a mucha gente a lo largo de la historia, pero no es un documental. Es una historia fantástica llena de pasión, política, brutalidad y muchas más cosas que existen en este mundo hiperreal, hermoso y emotivo”.
La transformación
La parte principal del reparto se sumergió en una investigación sobre la historia y la cultura de Esparta con el fin de prepararse intelectualmente para sus papeles. Sin embargo, Snyder también quería que encajaran los unos con los otros como la máquina de guerra que es la guardia espartana. Con el objetivo de prepararlos físicamente para los rigores de las exigentes escenas de lucha, Snyder recurrió a la profesionalidad de dos personas con las que ha trabajado a lo largo de los años: Mark Twight, un escalador profesional ex-recordman mundial que prepararía a los actores y a los especialistas para ponerse en forma físicamente, y al veterano coordinador de especialistas Damon Caro, que sería el asesor en las escenas de lucha. Twight, con unos antecedentes que incluyen haber preparado a personal militar de operaciones especiales, luchadores de lucha libre, bomberos, profesionales médicos y escaladores, ideó un plan que incluía una estricta dieta combinada con un régimen agotador de ejercicio físico. “Yo lo comparo a un sprint: poca duración y una intensidad muy alta, acompañado de un programa nutricional adecuado para soportar ese esfuerzo”, expone Twight.
Por un espacio de ocho semanas antes del comienzo de la producción, Twight retó a los actores a ir más allá de sus límites normales. Como complemento a la preparación en la lucha, el entrenamiento dio especial importancia a las disciplinas atléticas con una combinación de movimientos compuestos, levantamiento y lanzamiento. En lugar de máquinas, se usaron objetos primitivos, como balones medicinales, kettlebells y anillas. Cada sesión se organizó como una competición, con un sistema de premios-castigos según las actuaciones y los resultados de cada uno, que después se mostraba en un papel cada día para que todos lo vieran. “Compartiendo ese duro entrenamiento durante un período de tiempo, con un juego de equipos en el que unos compiten contra otros, se consigue una fuerza de combate creíble en la pantalla. Este sistema cambia la forma de moverse y de comportarse como una unidad”, admite Twight.
Algunos de los actores tuvieron que perder peso, y otros tuvieron que ganarlo, así que a cada uno se le impuso una dieta específica. Vincent Regan sufrió quizás la transformación más asombrosa: “Mark me envió un DVD para entrenarme y pensé: ‘No puedo hacer eso, simplemente no puedo’”. Sin embargo, con la ayuda de un preparador, en seguida estuvo corriendo por empinadas colinas y practicando boxeo, entre otras actividades. Tener a todos sus compañeros entrenándose junto a él ayudó considerablemente. “Al estar todos los actores juntos en ello, parecía que intentábamos conseguir algún objetivo”, recuerda Regan.
Con un grupo de diez actores, junto con especialistas de Los Ángeles, Vancouver, Toronto y Montreal, Damon Caro y el coordinador auxiliar Chad Stahelski comenzaron un sistema paralelo, coordinado con las sesiones físicas de Twight. “Fue una ayuda tremenda para prevenir lesiones, ganar resistencia y conseguir el objetivo global”, dice Caro. “Con la coreografía de la lucha, tienes un tiempo limitado para el ejercicio físico porque a veces no se puede combinar con la aplicación funcional específica. Lo que Mark aportó al proyecto fue fuerza práctica, no sólo bíceps esculpidos o abdominales marcadas”.
Caro y Stahelski diseñaron la coreografía de las impresionantes escenas de lucha con espada y de formación. Jeffrey Silver advierte que la intención de Snyder era que las escenas de lucha tuvieran un estilo distintivo. “Cuando Zack habló al principio sobre el concepto de las escenas de lucha, dijo: ‘Mirad, no quiero rodar escenas alborotadas y caóticas. Quiero que parezca ballet’. Su deseo era cada movimiento de las escenas de lucha tuviera una cuidadosa coreografía que incluyese elementos de las artes marciales”.
De acuerdo con la visión del director, Caro, experto en artes marciales, pudo integrar movimientos de varias disciplinas de artes marciales en su coreografía de lucha. La atención al detalle de Caro y Stahelski facilitó a los actores conseguir el objetivo deseado. “Básicamente, empezaron a entrenarnos desde cero”, añade David Wenham. “Nos enseñaron a luchar y nos entrenaban todos los días. No fue sólo una cuestión de aprender movimientos; se convirtió en algo instintivo”.
Fueron ocho semanas de entrenamiento en la lucha anteriores a la producción, y la preparación continuó después durante el rodaje en los días en que cada escena tenía que filmarse. De hecho, el compromiso total tanto de los preparadores como de los actores tuvo como resultado que las escenas de acción fueran las que se rodaron de forma más eficiente. “Pensamos que las escenas de lucha tardarían más tiempo en rodarse, pero cada movimiento se ejecutó de un modo tan intencionado y tan preciso que fueron los días que terminamos antes”, atestigua Silver.