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Iron Man


Paradigma de fidelidad y comercialidad
A pesar de transitar por lugares comunes del género, Favreau confiere al filme un plausible esfuerzo por evitar la previsibilidad y dotar de contenido a la historia.


Stan Lee y Jack Kirby parieron en marzo de 1963 para ‘Tales of Suspense’ este superhéroe que se desligaba completamente de la genealogía heroica típica de la Marvel hasta el momento. El que el hombre dentro de la coraza indestructible fuera un arrogante, playboy multimillonario, fabricante de armas, seductor y misógino que no dudaba en utilizar una desproporcionada ética teleologista y proporcionalista hicieron de Iron Man todo un hallazgo trasgresor dentro del emporio ‘comiquero’ llevado a cabo por este duplo cardinal para entender el Noveno Arte.

Lo más atractivo era que el héroe escondía un secreto que le hacía, todavía si cabe, mucho más interesante. Tony Stark, el hombre de la coraza de hierro, debía estar sempiternamente conectado a una potente máquina adaptada a su corazón si no quería morir, producto de unos fragmentos de metal alojados en su organismo debido a la explosión de un arma fabricada por su misma empresa. Lo llamativo de todo esto era la vulnerabilidad que ocultaba al titán de acero, puesto que en su interior, no dejaba de ser un enfermo con graves problemas de salud.

Iron Man

Más o menos, la historia de su adaptación cinematográfica sigue siendo paralela a los inicios del cómic, los guionistas (hasta cuatro, destacando a Mark Fergus y Hawk Ostby, ambos encargados de ‘Hijos de los hombres’, de Alfonso Cuarón) no se salen de los patrones establecidos por la nueva ola de adaptaciones llamémoslas “un poco más serias” en la industria Hollywoodiense. Como los hermanos Nolan en ‘Batman Begins’, en Iron Man lo que importa desde el principio es ir demorando la acción para centrarse en el rudimento del personaje y sus planteamientos personales, trazando a un héroe que surge desde la contradicción de un hombre acostumbrado a defender su imperio armamentístico con cinismo y soberbia que pasa a entender que su trabajo está aniquilando a pueblos asolados por los insurgentes que utilizan la guerra como método de dominación y brutalidad.

Hay que agradecer que esta metamorfosis filantrópica interna del superhéroe metálico se promueva dentro de la pantalla con gran ritmo y entretenimiento, sorteando el exceso de introspección especulativa o un marcado sentimiento de culpa. Gran parte del filme se dedica a la entretenida historia de amor y obsesión de Stark por su máquina, la creación de Iron Man y todo ese cúmulo de energía solar, baterías eléctricas, aleación, pruebas y absorción de partículas beta que usa como combustible. Es decir, una loa de las nuevas tecnologías y de las máquinas.

Iron Man

Jon Favreau aporta con su dirección y actitud algo más de personalidad de lo que suele ser habitual dentro de un prototipo de producto en el que todo está prefabricado, sin espacio para la sorpresa. El filme cuida en todo momento que el resultado sea un producto para todos los públicos, que no decepcione ni a fans de toda la vida ni a nuevos visitantes, ni niños ni a adultos, sin caer en la molesta futilidad con la que son tratadas casi la totalidad (salvo excepciones como los primeros ‘Spider-Man’, ‘X-Men’ o la mencionada ‘Batman Begins’) de las adaptaciones cinematográficas de los cómics. En cierto sentido, reside en Iron Man gran honestidad, porque no hay un énfasis de realismo en sus pretensiones. Y a pesar de que Favreau es consciente de que su juguete comercial debe transitar por lugares comunes del género, se percibe un plausible esfuerzo por evitar la previsibilidad y dotar de sustancia tanto a la historia como a la narración.

Es una muestra de excepcional cine ‘blockbuster’, donde sobreabunda la acción dinámica y la ágil descripción. Sin llegar a ese punto al que podría haber llegado en su traslación fiel y real del cómic, mantiene el espíritu del héroe tebeístico, combinando con prudencia y acierto las subtramas de ‘dramatis personae’ de Stark, conflictos entre personajes, tecnología y puntos de giros más o menos esperados. Lo que si hay que imputarle es la renuncia, en cierto modo, del espíritu perverso y canalla del personaje, ya que Stark está mucho más dulficiado y humanizado. Salvo en un par de secuencias iniciales, carece del humor socarrón y directo de los cómics, enterrando la personalidad de Stark en su afán redentor en un discurso dicotómico sobre el bien y el mal más bien exiguo, sin incomodar, eso sí, en el desarrollo de sus aventuras. En cualquier caso, es algo perfectamente comprensible dentro de la industria comercial en la que se vende este filme. A cambio, se aplica la funcionalidad del divertimento por encima de todas las cosas.

Iron Man

En su traslación al cine, Favreau adapta al héroe de los cánones de la convencionalidad adscrita a este subgénero, pero ya es suficiente con que el mensaje final, que sí incluye una crítica antibelicista al Gobierno Exterior de Estados Unidos, no abogue por la profundización anímica, ni por las diatribas maniqueas distintivas del superhéroe, ni siquiera se recrea con la ligera historia de amor no consumada entre Stark y su ayudante Pepper Potes. El único designio que persiguen el cineasta (que también tiene un pequeño cameo como guardaespaldas) y sus guionistas es el de agradar a todos sin traicionar al personaje. Y lo consiguen con creces.

Iron Man podría haber transgredido mucho más, porque el potencial del cómic y del rol daban para ello y mucho más. Por eso, se antoja insuficiente ese halo de ‘macarrismo’ que pretende dar Fraveau con canciones de AC/DC, Audioslave, Black Sabbath o Suicidal Tendencies o perceptible en el ‘score’ de Ramin Djawadi y su montaje hacendoso. Como compensación, el filme otorga en todo momento la necesaria importancia a todos y cada uno de los personajes que van apareciendo en pantalla. El héroe aquí no constituye un factor sistémico, sino un componente más del elenco de caracteres que diversifican la historia y apoyan al hombre de hierro; desde el hombre que va dentro, en la piel de un Robert Downey Jr. que presenta un entrañable alter ego con su maravilloso Stark, pasando por la sensual Pepper Potes interpretada por una Gwyneth Paltrow de resplandeciente belleza (conjuntada con unos desproporcionados tacones en algunas de las secuencias finales) sin saltarse la amistad fraternal con Jim Rhodes (siempre eficiente Terrence Howard), hasta llegar al villano de la función, ese Obadiah Stane personificado por Jeff Bridges que brilla con luz propia y proporciona el antagonismo perfecto a Iron Man/Tony Stark. Incluso dejan su pequeña impronta Yinsen (Shaun Toub), el Agente de ese guiño para los amantes del Noveno Arte S.H.I.E.L.D. Phil Coulson, la maciza periodista Christine Everhart y Jarvis, el mayordomo virtual.

Iron Man

Como era de esperar Jon Favreau juega su mejor baza para que su Iron Man salga victorioso en los efectos especiales. De nuevo, como lo hiciera en la brillante ‘Zathura’, deja a un lado los espectaculares efectos especiales de última ola para recrear la pelea entre Iron Monguer y Iron Man robotizados con un aire artesanal, más creíble de lo que es habitual, en un espectáculo que llega sin avisar y que puede resultar un poco más rácano para lo esperado, pero que no es más que otro de los tantos logros de la película. En parte, por el empeño de su director por no hacer de la película un artefacto de protagónicos efectos computarizados.

Nota: Quien no quiera perderse un esperado ‘crossover’, que se quede hasta el final de los títulos de créditos.

Miguel A. Refoyo




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