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Expediente X: Creer es la Clave

Después de nueve temporadas televisivas como serie de culto y pasados diez años desde su primera adaptación a la gran pantalla, Mulder y Scully regresan en un filme donde ya no hay verdad que buscar y creer ha perdido toda su credibilidad 

Dos detalles concernientes a la adaptación a nuestras pantallas de la nueva y cacareada secuela cinematográfica de la mítica serie creada en 1993 por Chris Carter anticipaban, antes incluso de su visionado, ciertas expectativas nada positivas acerca de lo que ésta podía depararnos. El primero, que tampoco es que suponga ninguna novedad en los avatares de nuestro país, se refiere a la desafortunada traducción del título anglosajón original The X-Files: I want to Believe – obvio homenaje a ese legendario y crepuscular lema del emblemático póster que presidía el harapiento despacho del agente Mulder – por el de Expediente X: Creer es la Clave. De hecho, el propio Mulder, en un momento de la película, ante la pregunta “Entonces, ¿es usted de los que cree en estas cosas?”, preparada para la respuesta natural en forma de guiño “Digamos que quiero creer – I want to believe –”, responde en su lugar: “Digamos que creer es la clave”. Un desacierto que, sin embargo, como apuntábamos, no va más allá de la reciente Pozos de ambición en lugar de la perfecta y ajustada There will be blood o incluso, remontándonos algo más en el tiempo, quizá el ancestro de los hoy día celebérrimos spoilers: el caso del revelador La semilla del diablo de Polanski en lugar del original Rosemary’s Baby. En cualquier caso, un dato que ya hacía desconfiar aunque fuese mínimamente de la correspondencia y el respeto que se profesaría por la mitología de la serie. El segundo detalle atañe a la voz de doblaje de Scully, que tras nueve años, cambia de la habitual dobladora Laura Palacios a María del Mar Tamarit para resultar una experiencia verdaderamente desconcertante – no estaría mal contemplar la posibilidad de un redoblaje para la próxima edición digital doméstica del film-.

Expediente X: Creer es la Clave

Tras estos primeros handicaps, nos encontramos con una película escrita, producida y dirigida por el creador de la serie, Chris Carter, lo que a priori parece es ya una garantía de cuidado y consideración a la mitología de la serie de la que procede. Sin embargo, todos los seguidores de la serie, que ante el maltrato que la televisión generalista patria propugnó a las últimas temporadas, tuvimos que refugiarnos en el cable o más tarde en las excelentes ediciones en DVD, habíamos asistido hipertérritos a un memorable episodio doble magníficamente titulado The truth donde todo – y todos – parecían haber escrito su punto y final en la historia. Así pues, ¿qué cabía esperar de una versión cinematográfica seis años posterior al final de la serie, en la que ya no iban a tener cabida El fumador, Los pistoleros solitarios, el aceite negro, la colonización alienígena y tantos otros elementos de la mitología de la serie?. La respuesta se antojaba sencilla: un episodio de monstruo.

A lo largo de las nueve temporadas en las que la serie se prolongó en televisión, existía una trama denominada mitológica y que desarrollaba un complejo y ciertamente enrevesado hilo narrativo conductor a través del tiempo. Entre ellos, se situaban un puñado de episodios, muchos de los cuales ya forman parte del imaginario colectivo de la historia de la televisión moderna, que consistían en la resolución de fenómenos paranormales concretos, con inicio y cierre narrativo propios, que recibieron principalmente el nombre de episodios de monstruo. La película de 1998, que también escribió Carter pero que dirigió Rob Bowman, fue amplia y atrozmente criticada por servirse en demasía de toda la trama mitológica en la construcción de un guión que, obligado a enmarcarse entre la quinta y sexta temporadas, estaba renegado a carecer de un principio y un desenlace definitivos. Este lastre, del que lógicamente carece la película que ahora se estrena, se transforma, para colmo de la paradoja, con la perspectiva del tiempo y tras el oportuno visionado, en todo aquello que la nueva propuesta de Carter debería ser y no ha conseguido. Y es que, en el empeño por construir una película liberada de los estilemas mitológicos de la serie, y de visionado y comprensión aptos para toda una generación post-moderna de espectadores que no convivieron con el fenómeno televisivo, Expediente X 2 se convierte en una obra intrascendente, desdibujada, impropia, paródica, endeble, previsible y sumamente decepcionante.

Expediente X: Creer es la Clave

Muchas serán las voces que en los días venideros ensalzarán el valor de este film, adhiriéndole todos los atractivos del manidísimo thriller post-moderno contemporáneo, del asesino en serie, de una especie de El silencio de los corderos protagonizado por Mulder y Scully, o de una trama absorbente e inquietante. Nada más alejado de la verdad. El papel del visionario sacerdote Crissman (Billy Connolly) estaba mucho mejor trazado – y con similar desenlace – en El descanso final de Clyde Bruckman (episodio #3x04), personaje mencionado, por cierto, en un momento del film. Pero además, la predilección de Carter por aunar investigación criminal policíaca, FBI, asesinos en serie, y el misticismo del visionario que le llevó a crear la brillante pero fallida serie Millennium, le conduce hacia una suerte de desafortunado cruce entre ambas propuestas – la de Frank Black y Fox Mulder –, dejando difusos ambos papeles– uno se acaba planteando incluso qué aporta la a priori imprescindible participación de Mulder a la trama de resolución del caso -. Los escenarios – excelentemente fotografiados, por otra parte – de las investigaciones policíacas y los coches en la nieve – a Carter siempre le ha gustado asociar sus tramas a entornos crudos y gélidos – tienen mucho de la genial Fargo  de los hermanos Coen. Incluso las escenas en las que un solitario Mulder indaga en las frías y blancas tierras, a través de las sórdidas rejas de los recintos de seguridad ocupados por los rusos, nos traen a la mente las imágenes de Tunguska (episodio #4x09). En resumen, cualquier episodio de monstruo de la serie es ostensiblemente superior a esta versión cinematográfica. Y sólo necesitan además la mitad de tiempo para serlo.

Expediente X: Creer es la Clave

El interés por los temas recurrentes se hace aún más patente si volvemos a otra de las obsesiones de Carter, declarada y completamente visible en los episodios de la serie. Para ello sólo tenemos que comprobar cuál fue el primer episodio que el creador dirigió además de escribir: The post-modern prometheus (episodio #5x06), un maravilloso e inocente cuento lúgubre en blanco y negro en el que se rendía homenaje al mito del Prometeo Moderno y, sobre todo, a Frankenstein. Expediente X 2 – me niego a llamarla “creer es la clave” – también utiliza esta trama e incluso al final podemos leer en los periódicos la explícita relación. Incluso el tráfico de órganos vitales en el mercado negro, tema central de la investigación – increíble lo que encuentra fácilmente Scully buscando en Google… - ya había sido núcleo argumental del muy interesante episodio Dinero del infierno (episodio #3x19). No obstante, cómo el film plasma el terror a través de la claustrofóbica oscuridad de los mugrientos entornos en los que las víctimas son encerradas, unido a las deterioradas mesas de operaciones, los médicos carniceros del este y, sobre todo, la casquería con la que se nos obsequia en determinados momentos, la sitúan en la estela de las recientes películas de la saga Hostel – inequívocas deudoras a su vez del cine de Takashi Miike-.

Expediente X: Creer es la Clave

De hecho, en cierto modo, Expediente X 2 se erige paradójicamente esclava del monstruo del cual fue germen. Y es que, con el permiso de la fundacional genialidad de David Lynch y Mark Frost Twin Peaks, fue la serie Expediente X, en la década de los 90, la que fundó una cierta fascinación por la ciencia forense que hoy se ha convertido en un elemento explotado hasta la saciedad en las denominadas series de la segunda edad de oro televisiva norteamericana – los exitosísimos CSIs y sucedáneos, Bones, Crossing Jordan, etc. -. Consecuencia directa de esta relación, surge esa fragmentación/compresión del discurso audiovisual a la que tanto nos hemos acostumbrado, y que hace que ya nos resulte hartamente complejo seguir tramas de investigación policíacas que duren más allá de esos 40 minutos que en realidad resultan más que suficientes para presentar y solucionar casos que en ocasiones tienen muchas más aristas y subtramas que la que aquí nos ocupa. Esto es, en resumidas cuentas, a lo que nos referimos cuando tenemos la sensación de que lo que se nos cuenta – y eso que es una película de duración inferior a las dos horas – podía haberse resuelto mucho mejor y en menos tiempo.

Todos los personajes están desastrosamente desdibujados, sobre todo los nuevos agentes interpretados por Amanda Peet y Xzibit - ¿por qué no se han rescatado a los agentes Dogget y Reyes? -, pero es que, escena por escena, a cada avance de guión, el despropósito es aún mayor. Los motivos que llevan a Mulder a regresar tras seis años escondido y buscado por el F.B.I. – instrumento de guión típico de secuelas que nos recuerda al incombustible John McLaine de La Jungla de Cristal -, son tan poco creíbles como todas las enclenques relaciones de causa-efecto que se suceden para completar poco a poco una historia que es incapaz de enganchar al espectador en ningún momento. El vínculo materno que se pretende mostrar a través de la obsesión de Scully por salvarle la vida al pequeño niño enfermo, y que ya se usó en la serie en episodios como Emily (episodio #5x07), es un intento por traer a la trama principal el recuerdo de William, supuesto hijo de Mulder y Scully dejado en adopción años atrás, pero tratado, como tantos otros aspectos del film, con incomprensible superficialidad. En cualquier caso, toda motivación por reforzar las lagunas narrativas haciendo uso del cimiento de la serie resulta siempre, en última instancia, profundamente insatisfactorio.

Expediente X: Creer es la Clave

Pero no todo en el film son aspectos negativos. Expediente X, en sus temporadas centrales, hizo gala de un excelente sentido de la autoparodia, a medida que los argumentos iban descendiendo su impacto y originalidad. Episodios como Jose Chung’s From Outer Space (#3x20), Chinga (#5x10) o Arcadia (#6x15) son perfectos ejemplos de ello. En la película que ahora se estrena hay algunos gags que recuerdan este tono, como cuando la célebre sintonía del incansable Mark Snow – quién diría que salió de un silbido – acompaña un movimiento de cámara contraponiendo dos retratos de George W. Bush y J. Edgar Hoover – al libre albedrío queda la interpretación de este guiño-. Y mención aparte, desde luego, merecen esos créditos finales, metáfora del viaje huyendo de la oscuridad – como pide Scully –  de un abstracto aceite negro, pasando por el hielo, el bosque, el agua… hasta llegar a un escenario paradisíaco donde… bueno, vale la pena quedarse hasta el final de los créditos para comprobarlo.

Es deontología de la crítica cinematográfica resultar honesto y confesar que quien aquí suscribe es un fan declarado de la serie, uno de esos x-philes incondicionales. Por eso resulta tan difícil adoptar un prisma de análisis lo suficientemente objetivo como para valorar en su justa medida el estruendoso batacazo que supone esta nueva aventura cinematográfica de la que es, muy posiblemente, la mejor serie de televisión de la historia. Si no, al menos es de recibo defender que la relación que episodio tras episodio, temporada tras temporada, evolucionaba entre Mulder y Scully, conformaron la pareja televisiva más interesante jamás desarrollada. Tal vez por eso sea tan difícil ver cómo ha evolucionado esa relación en la película, profundamente asentada en la convivencia y el amor mutuo declarado – hay líneas de diálogo que jamás se hubieran oído en la serie -. La innegable fuerza de esa relación incondicional, que siempre fue una sinergia de respeto, dependencia y admiración, permanece aún remanente en el film, pese a que la explicitud – hay un curioso chiste sobre el “tamaño” que es bastante gráfico – con la que en el film se trata la cuestión le ha restado el aura de magnetismo y misterio que siempre tuvo.

Expediente X: Creer es la Clave

En la inolvidable escena final de la serie, cuando Mulder y Scully afrontan esa verdad que tantos años ha estado ahí fuera, que el 22 de Diciembre de 2012 llegará la colonización alienígena y que traerá consigo el Apocalipsis de la raza humana, en medio de la conversación más sincera y trascendental jamás escrita en la serie, Mulder y Scully se funden en un emotivo abrazo y, precediendo una mirada repleta de complicidad para cerrar la serie, él pronuncia las últimas palabras: “Tal vez haya una esperanza…”.

Quiero creer que es precisamente la esperanza la razón de toda la existencia humana, aquello que nos impulsa a evadirnos de nuestros miedos y el motor de todas nuestras motivaciones. Es esa esperanza la que, tras ver The X-Files 2: I Want To Believe, donde ya no hay verdad que creer, ni conspiración contra la que luchar, sino sencillamente una película mediocre, esa esperanza se torna optimismo, y le invita a uno a obviar esa sensación de insatisfacción y a  recordar melancólico cuán única e irrepetible fue la obra maestra televisiva de Chris Carter. Es un momento perfecto para revisitar la serie en DVD.

Iván Bort Gual © 2008



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