![]() |
|
A nivel visual, la recreación de época y las localizaciones de Alberta (Canadá) en las que está rodada prácticamente toda la película hacen que ésta enlace casi automáticamente con Días del Cielo (1978, fotografía de Néstor Almendros, ASC). Como en la película de Terrence Malick, Roger Deakins también ejecuta aquí un trabajo de extraordinaria belleza, en el que además muestra un enorme interés por recrear la luz natural de cada una de los lugares en los que transcurre la historia. De esta forma, casi todos los exteriores de la película están rodados a contraluz o luz lateral y siempre evitando las horas centrales del día, de forma que la luz es suave y no produce fuertes contrastes con respecto a las zonas de sombra.
El planteamiento con respecto a los interiores diurnos es idéntico, ya que Deakins justifica su iluminación en ventanas fuertemente sobreexpuestas que producen una luz muy suave y levemente direccional. Y para rematar un conjunto con un aspecto tremendamente natural, las escenas nocturnas simulan siempre una luz procedente de las velas o faroles presentes en pantalla, aunque a veces es evidente que Deakins está empleando una suave iluminación cenital complementaria. La nota un poco más discordante del conjunto son las escenas que muestran a los personajes en penumbra en los interiores de las casas, en las que Deakins utiliza una luz mucho más dura y levísimamente azulada para representar a la luz lunar, aunque siempre filtrada a través de los cristales y marcos de las ventanas, que producen curiosas formas sobre los personajes.
Además de por su escrupulosa recreación y respeto por las fuentes naturales de iluminación, el retrato de época que propone la película está complementado por un diseño de producción y de vestuario que limitan la paleta de color a tonos grises, marrones y negros. Por su parte, Deakins aplica el bleach-by-pass para desaturar aún más el color y aumentar la densidad de negros, por lo que esta es extraordinaria y muy consistente a lo largo de todo el metraje. Asimismo, durante los flashbacks o las secuencias que incluyen narración, los cineastas aplican un severísimo viñeteo y distorsión óptica sobre los extremos de la pantalla, a fin de aumentar la sensación de encontrarnos ante un metraje de época.
Aunque es difícil destacar una secuencia sobre las demás porque el conjunto es excelente, hay que mencionar que el momento de mayor inspiración de la película (y el que sin duda será más recordado) se produce a poco de iniciarse ésta, en la secuencia nocturna del asalto al tren. Deakins anticipa su llegada mediante un fuerte haz de luz proveniente de la locomotora, que ilumina a Jesse James (en mitad de la vía) a contraluz y como si de una ráfaga de flashes se tratara, a los restantes miembros de su banda agazapados a cada lado de la vía. La posterior conjunción de la luz de la locomotora, una gran cantidad de humo y los faroles que portan los asaltantes hace que la secuencia resulte tan bella y vistosa como atmosférica. Por todos estos elementos, El Asesinato de Jesse James por el Cobarde Robert Ford es un magnífico trabajo de fotografía cinematográfica, posiblemente el mejor de su autor, ya que muestra una consistencia, un aspecto y una evocación de época al alcance de muy pocos operadores.
Finalmente, cabe destacar de la proyección en 35mm su excelente textura, fruto de la habitual suavidad de los objetivos Cooke S4 y un escaneado a 4K que retiene nítidamente el grano del proceso Bleach-by-pass.
| ||
| ||
por Nacho Aguilar , © zonadvd 2007