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El Sueño de Cassandra es un drama de difícil encaje dentro de la filmografía de Allen y que si acaso guarda ciertos paralelismos con Match Point. Gira en torno a dos hermanos necesitados de dinero que son tentados por su millonario tío para que le hagan un gran favor que puede cambiar a mejor el futuro de los tres. La duda y las consecuencias de aceptar la petición es el dilema al que se enfrentan los personajes. Aunque quizá gran parte del argumento y de su desarrollo a priori no es claramente identificable con el cine anterior de Woody Allen, no puede decirse lo mismo del aspecto visual del film, en el que Vilmos Zsigmond sigue una línea muy parecida a la de los últimos títulos del director, y especialmente los dos últimos, con el citado Adefarasin.
Así, gran parte de las secuencias exteriores -con la excepción de unas pocas rodadas a contraluz- están fotografiadas bajo cielos nublados o buscando calles en sombra, lo cual proporciona a las imágenes un aspecto suave y poco saturado. Para evitar caer en imágenes excesivamente planas o para compensar fuertes contrastes con los fondos, a veces Zsigmond emplea luces de relleno sobre sus personajes, bien como luz rebotada apenas perceptible o incluso como luz dura que simula ser el propio sol. La iluminación de interiores diurnos busca también en todo momento un aspecto y ambientes naturales, aunque está realizada mediante un estilo muy clásico, con fuentes de luz dura penetrando por las ventanas (atención a la nitidez de los contornos de las sombras) y luz rebotada en los interiores para reducir el contraste.
La película, asimismo, contiene algunas escenas en las que los personajes aparecen en interiores nocturnos sin iluminación artificial, y en ellas Zsigmond ejecuta un planteamiento tan sencillo como el de sus escenas diurnas, aunque eliminando la luz de relleno y dejando sin corregir sus fuentes HMI, por lo que se muestran tonos azulados desde el exterior de las ventanas para simular la luz de la luna. Por el contrario, los habituales interiores nocturnos (en teatros o bares), sí tienen el tono naranja que tanto gusta al director. Lo más curioso quizá sea la forma en que Zsigmond ilumina a los actores, ya que no le importa en ningún momento emplear luz dura sobre los mismos aunque estén rodeados de zonas de luz suave. Y sin embargo, consigue obtener de ellos un buen aspecto en sus primeros planos.
Por otro lado, el trabajo de cámara es sobrio, pausado y también típico de Allen por el empleo de objetivos zoom. En definitiva, se trata de un conjunto de un claro continuismo visual con los últimos títulos de la filmografía de Allen, por lo que no es especialmente brillante y se limita a cumplir su cometido. Lo mejor a nivel visual, por tanto, es la secuencia clave de la película, que comienza en un atardecer y gradualmente, plano a plano, Zsigmond termina la misma en noche cerrada.
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por Nacho Aguilar , © zonadvd 2007