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Si estelar resulta la presencia de actores delante de la cámara, no es menos
importante para un director debutante poder contar para dirigir la fotografía
con el doble ganador del Óscar (Leyendas de Pasión y
Braveheart) John Toll [ASC], una
jugada inteligente por parte de Affleck, que de esta forma se aseguraba un
operador muy competente detrás de las cámaras que pueda actuar como seguro de
vida en caso necesario. Aunque Toll es un maestro de la recreación de la luz
natural y está especializado en grandes escenarios (La
Delgada Línea Roja y El Último Samurái así lo
corroboran), en este caso prevalecen las localizaciones mundanas, con calles de
barrios periféricos y viviendas de clase trabajadora como principales
protagonistas.
Por ello la película opta directamente por una estética realista y Toll se
mueve en un perfil bajo, ejecutando un trabajo efectivo que nunca pretende
llamar la atención por sí mismo. Las escenas exteriores diurnas generalmente
están rodadas en espacios en sombra o bien a contraluz evitando las horas
centrales del día, por lo que Toll casi nunca tiene que utilizar ningún tipo de
relleno y obtiene un material que cuenta con un aspecto muy natural. Los
interiores diurnos buscan una mayor atmósfera al ser más oscuros y estar
iluminados con relativa frecuencia utilizando una ventana como única fuente de
luz natural, aunque el director de fotografía a menudo usa ésta en conjunción
las luces integradas en el decorado, pese a ser de día. Las nocturnas en gran
medida simulan la procedencia de la luz en estas lámparas, aunque tanto en ellas
como en las diurnas Toll introduce siempre una suave luz lateral sobre los
actores, reduciendo el contraste para obtener un mejor aspecto de los mismos. En
los exteriores nocturnos, en lugar de confiar en grandes unidades de iluminación
para dotar de luz a los fondos, Toll se muestra más interesado (quizá por falta
de presupuesto) en iluminar únicamente las zonas en las que se mueven sus
actores, pese a que ello produce un efecto menos interesante, natural y
dramático.
En conjunto, aunque se trata de una imagen que incluso es mucho más granulada
que otras obras de John Toll, en la misma se echa en falta un contraste más
elevado y una mayor oscuridad, ya que posiblemente hubiera potenciado los
instantes de más intensidad. Únicamente la secuencia en la que el protagonista
accede a la casa de los drogadictos está resuelta con una gran oscuridad y
riesgo. El contraste, por su parte, parece haberse reservado únicamente para los
rápidos flashbacks que muestra Affleck hacia el final de la película, en los que
el negativo parece haberse forzado al menos dos pasos de diafragma, por lo que
también adquiere una fuerte saturación de color y una textura mucho más
prominente. En consecuencia, aunque se mueven en ligas muy diferentes, el
trabajo de Toll está lejos de sus mayores logros, por lo que en lugar de su gran
talento lo que aporta es su oficio, lo que le sirve para cumplir sobradamente el
encargo y dotar a la película de una estética realista y efectiva, aunque
raramente brillante.
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por Nacho Aguilar , © zonadvd 2007