La Doble Vida de Verónica

Séptimo de los ocho trabajos que realizara el director de fotografía Slawomir Idziak junto al director Krzysztof Kieslowski, en un film que sigue a dos muchachas –una en Cracovia, la otra en París- cuyos vidas parecen unidas por algo más que por su físico. Más que en el diálogo, la elaborada puesta en escena de Kieslowski confía en gran medida en el poder de sus hipnóticas imágenes (apoyadas en la portentosa banda sonora) para introducirse en la mente del doble personaje que protagoniza el film así como para crear dobles metáforas y simbolismos que sirven como lazo de unión entre una y otra mujer.

Rodada tanto en París como en Polonia en francés y polaco, la fotografía de La Doble Vida de Verónica representa a la perfección más que ningún otro film el gusto de Slawomir Idziak por las gelatinas, los filtros de corrección de color y los filtros graduados. Alternando estos elementos, Idziak consigue reforzar la atmósfera abstracta, onírica e irreal de las escenas con la introducción de una dominante tremendamente cálida como luz sobre el personaje principal, para posteriormente iluminar la estancia en la que éste se encuentra con luz verde, creando una fortísima separación entre ambos que a medida que avanza la proyección consigue in crescendo centrar la atención del espectador en las sensaciones que vive la mujer al aislarla completamente mediante luz del entorno en el que se mueve.

Esa es la regla general que más aplica Idziak, pues en otras ocasiones el planteamiento es el contrario, con la luz verdosa sobre el personaje y los tonos amarillentos incidiendo sobre las estancias a través de las luces presentes en pantalla (escenas nocturnas) o a través de las ventanas (escenas diurnas) o incluso en determinados momentos la dominante sobre el personaje se vuelve completamente roja, en función de las sensaciones que pretenden desprender las imágenes. Con ello se consigue un tratamiento increíblemente vistoso y estilizado, que se refrenda en los exteriores mediante el uso de filtros graduados coloreados (¡que también aparecen en interiores en los primeros planos!) para oscurecer los cielos o simples filtros correctores de color para añadir tonos calidos.

El trabajo de cámara es algo más conservador si se exceptúa la colocación de cristales delante de los objetivos para distorsionar las imágenes e incluye algún esporádico zoom y sobre todo grandes angulares y objetivos normalmente en torno a T/2.8 en planos estáticos, pese a los arranques de movilidad en exteriores (cfr. El momento en que se cruzan las dos Verónicas, o el momento previo a éste con las partituras en el suelo).

Lo mejor: los momentos en que la cámara aisla en extraordinarios (y coloreados) primeros planos al personaje protagonista. Un film sobre sensaciones y una fotografía tremendamente acorde, personal e igual de bella que éstas.

por Nacho Aguilar , © zonadvd 2006