Memorias de una Geisha

Adaptación de la novela de Arthur Golden acerca del destino de una joven -vendida por su padre junto a su hermana- en el Japón de los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial, que supone la primera colaboración entre Rob Marshall y el director de fotografía Dion Beebe [ACS, ASC] después del éxito de Chicago, con la que cada uno de ellos obtuvo una nominación al Oscar.
 

Contando nuevamente con un excelente diseño de producción de John Myhre –que recrea en su práctica totalidad en estudio el Japón de la época- y vestuario de Coleen Atwood, la fotografía de Beebe destaca inmediatamente por la elección de rodar la película en el formato 35mm anamórfico en bajísimos niveles de iluminación para las escenas interiores y nocturnas. Ello hace que gran parte del film esté rodado a aperturas de diafragma como T/2.8 u ocasionalmente mayores, por lo que la profundidad de campo es escasísima y se reduce aún más por la proliferación de objetivos de focales superiores a 50mm, que son aplastante mayoría. Sin embargo, dicha circunstancia le permite a Beebe lograr imágenes de una gran belleza, suavidad y calidad gracias al uso de pequeñas unidades de iluminación (bombillas de 25 y 40 vatios) así como de las velas y las fuentes reales que aparecen en pantalla, logrando la atmósfera íntima y la verosimilitud requerida por la película.
 

A fin de obtener un mayor control de la luz en los decorados exteriores, éstos fueron recubiertos por una gigantesca seda para suavizar la luz solar y permitir el uso de unidades propias de iluminación, aunque la secuencia de mayor impacto visual del film no es otra que la del baile de Sayuri que sirve como presentación en sociedad de la futura Geisha, gracias a la acertada mezcla de temperaturas de color frías en el escenario con las cálidas procedentes de lámparas y velas entre el público. En un trabajo cuya recreación de un país y una época parece buscar más la ensoñación que el realismo en sentido estricto, quizá lo peor sea el aspecto de algunos exteriores en la segunda mitad de la película, en los que aparentemente se forzó el revelado para intentar buscar un aspecto algo más sucio y acorde con la narración, sacrificando en cambio parte de su integración con el resto del metraje.
 

El resto del film tiene un grano muy fino y una gran densidad de negros, con la única excepción de la escena final (también forzada en el revelado) entre Nobu y Sayuri, algo más granulada y de una densidad inferior. En su conjunto se trata de una película muy aparente y muy trabajada a nivel visual, que asume el inusual riesgo de estar rodada en bajísimos niveles lumínicos en formato panorámico anamórfico, aunque dicha circunstancia impida a los objetivos rendir su máxima nitidez excepto en algunas de las secuencias exteriores.

por Nacho Aguilar , © zonadvd 2006